El día que os hablé de los ascensores en los rascacielos, Carolina de Las Cuatro Piedras Angulares me comentó:
Es que tú, Erika, siempre me pareció que trabajas en un sitio muy chulo. Te vas a un polígono y da ganas de llorar, cosas rotas que no se reparan, entre otras cosas por la racanería de los jefes. Lo cierto es que yo también he trabajado en empresas cutres, con instalaciones cutres y dueños/jefes más cutres todavía. Sí, tengo un pasado de experiencias escalofriantes.
Durante un año trabajé en un Polígono Industrial en Rivas-Vaciamadrid. Que es una localidad sita a unos 15 km de Madrid en la carretera de Valencia. Si alguno de vosotros ha estado en Rock In Rio, ha pasado por Rivas. Es el pueblo que está justo antes del recinto de los conciertos.
Para llegar al polígono tenía que tomar el bus en Conde de Casal. La compañía de autobuses se llamaba La Veloz. Aunque de veloz nada porque la densidad de tráfico de esa carretera es terrible, pues es la que te lleva a la playa más cercana de Madrid. Destino: Valencia que está unos 300 km. En cuanto hay un fin de semana largo o en los cambios de quincena verano, todos los madrileños salen con un petardo en el culo para allá.Los atascos de tráfico son la pera limonera. En temporada alta vacacional, llegué a tardar en torno a una hora en recorrer esos 15 km desde/hasta Madrid. Vamos que La Veloz bien podría llamarse El Caracol.
La carretera tiene su atractivo turístico. Esto es una ironía.A un lado está La Cañada Real. Un gueto de venta de droga super peligroso.Al otro lado está el Parque Tecnológico de Valdemingomez, que es una forma muy cuqui de denominar al vertedero donde va la basura de toda la ciudad de Madrid. No os podéis imaginar lo mal que olía la zona. Había días que no se podían abrir la ventanas de la oficina porque el aroma a vomito podrido se colaba dentro.
Cuando conseguías llegar al polígono, después de comerte el atasco, haber viajado con los yonkies y haber masticado aquel olorcito, al abrir la puerta de la oficina, allí estaba la bruja de RRHH:- Erika, has llegado 10 minutos tarde
Lo gracioso es que el horario era de 9 a 7 con una hora para comer. Si echáis cuentas era una hora de más. Por supuesto no te la pagaban. En realidad, las jornadas eran más largas pues había un día a la semana que salíamos entorno a las 12 de la noche. Estas horas extra sí las pagaban … en negro.
Entre los horarios y los atascos difícil tener una vida social o apuntarse a un curso. Por no hablar de escaparte un momento al médico o hacer alguna gestión personal. Estabas lejos de todo con incompatibilidad de horarios para una vida normal.
No os cuento el acojone que era volver a casa a medianoche. Ni dios por la calle. Todo oscuro porque apenas había farolas. De vez en cuando pasaba algún camión y el conductor bajaba la ventanilla y gritaba:- ¡¡Rubiaaaa!!Aaaaahhhh Erika, corre, seguro que es un violador. Pero corre como un gamo, que el último bus de regreso a la civilización pasa a las 12... lo pierdes, lo vas a perder... corre, corre
Y ahí iba yo corriendo con los tacones como una loca.
Las instalaciones estaban en la típica nave industrial con fachada de lata que se recalentaban en verano y cogían una temperatura que parecía que trabajabas en el infierno.El interior eran tabiques prefabricados de pladur.
En los alrededores solo había un restaurante donde comían mayoriatariamente camioneros. La comida era zafarrancho total, de todo menos sano. Pedías una ensalada y te miraban como si fueras de Marte. Tras el shock inicial, te servían una hoja de lechuga, con tomate y cebolla troceados con desgana.Cuando entrabamos mis compañeras y yo todos se giraban y nos escaneaban de arriba a abajo y de abajo a arriba. Qué situación más incómoda. Decidimos llevar la comida en una tartera y comer en la oficina.Terminé odiando ir con la tartera a cuestas. Por eso en las empresas que he trabajado después siempre he exigido tickets restaurante.
El dueño de la empresa de aquellos de porque lo digo yo y punto. A nadie se le ocurría proponer o sugerir alguna mejora. Daba un puñetazo en la mesa y se hacía el silencio.
Un día tuvo una fantástica idea. Para ahorrar gastos decidió no volver a comprar material de oficina. ¡¡Apaga y vamonos, amigos!!
Miré a mi responsable, mostrándole el boli que tenía en la mano y le dije:- ¿ves lo que le queda de tinta al boli?- Si- Creo que me llega para escribir un mes. Antes de ese plazo me habré ido de aquí.- Erika, ¿qué dices? Si no pasa nada porque te traigas el boli y el papel de casa. Venga, no te enfades.- Sí, sí que pasa. Con lo que se ahorran en ratearnos a todos una hora cada día, pueden pagarnos el material de oficina.
Es que a mí o me ponen todas las herramientas de trabajo necesarias para desarrollar mis funciones o cambio de empresa. Así de simple y de radical. Tonterías las justas. Es como cuando pasas frío en tu puesto y te dicen:- Traéte un calefactor de casa- ¿Perdooooon? ¿y tu porque no pones la calefacción?
Me indignan estas cosas mucho, mucho pero que mucho ... Y luego te vienen con el cuento del compromiso, la fidelidad y la felicidad de los empleados … juas, juas, juas.
Os estaréis dando cuenta que soy una pequeña insumisa ¿no? Pues por ser así, inicié mi guerra particular. ¿Cómo?
Un día mi responsable necesitaba un clip pero se habían acabado. Como soy una chica resolutiva, me metí el dedo en la nariz y me saqué un moco. Le dije:- Toma, pega las hojas con estoMe miró alucinado, sin reaccionar- ¡Ah! Que te da asco tocar mi moco. No te preocupes, ya lo pego yo. … Ale, hojas pegadas. ¿Necesitas algo más?
Pobre, no se me olvidará nunca la cara que puso. Cada vez que lo recuerdo se me caen los lagrimones de la risa ¡qué momentazo!
Empecé a llegar todos los días una hora tarde y cuando salía la de RRHH con el cronómetro en mano, le decía:- Cuando me paguéis la hora que trabajo gratis todos los días, empezaré a llegar puntual como un reloj suizo. Mientras tanto, haré la jornada legal de 8 horas diarias. Si no te parece bien, me despedís. No pasa nada, hay más empresas en el mundo.
Esa hora de retraso la aprovechaba para hacer entrevistas de trabajo. Tres semanas tardé en encontrar un nuevo empleo, casi el tiempo que le dije a mi responsable que me iba a durar la tinta del boli, jejeje.
Desde entonces siempre he trabajado en el centro de Madrid. No perder una hora o más en cada trayecto desde/hasta casa se ha convertido en otro factor clave para elegir empresa para trabajar, junto con los cheques de comida y el material de oficina, claro.
En el próximo post os hablaré de otra empresa super cutre y totalmente insalubre en la que duré 5 meses. ¡Tremendo!*****¿Y vosotros qué? ¿tenéis un pasado oscuro de poligoneros como Carolina y yo? ¿os pagan el material de oficina?