Revista Cultura y Ocio

El político más corrupto de la historia, el cardenal francés mazarino

Publicado el 28 julio 2022 por Carlosdelriego
EL POLÍTICO MÁS CORRUPTO DE LA HISTORIA, EL CARDENAL FRANCÉS MAZARINO

Julio Mazarino, modelo de corrupto, modelo de político

Una nueva sentencia de los tribunales españoles condena a políticos por corrupción. En realidad no es una sorpresa. Y es que política es sinónimo de corrupción, como se viene demostrando desde hace milenios en todas partes. El cardenal francés Mazarino podría dar lecciones de corrupción

La política es el poder, pero también es corrupción, la cual no consiste sólo en meter mano en la caja. También se es corrupto cuando se coloca a amiguetes, familiares, compañeros de partido…, cuando se distribuyen a voluntad y sin supervisión subvenciones, ayudas, financiaciones…, cuando se aceptan sobresueldos, dietas, viajes, pluses para vivienda o transportes, fondos adicionales, regalos…, cuando se aprueban concesiones o fondos para tal partido, sindicato o gran colectivo a cambio de apoyos y favores políticos…, cuando se utilizan los medios y recursos del estado (dinero público) en beneficio propio o del partido… Sí, las modalidades de la corrupción son infinitas (incluyendo hacer la vista gorda), sobre todo cuando se tiene poder suficiente. Así se demuestra mirando la Historia, en la que aparecen infinidad de políticos (o quienes poseen el poder) absolutamente manchados por la corrupción. Es inevitable: el político es corrupto en función de la cantidad de poder que acumule y del tiempo que lo acumule.

Hace unos 5.200 años unos sumerios ‘inventaron’ la escritura, puesto que sólo apuntando se podía saber quién había pagado los tributos y cuánto; seguramente los funcionarios del palacio y los sacerdotes del templo se quedarían con su parte, e igualmente otros ‘políticos’ que tuvieran acceso a los tributos. Unos milenios después, en el año 60 antes de Cristo, Craso formó con César y Pompeyo el Primer Triunvirato; inmensamente rico, Craso había hecho gran parte de su fortuna con la especulación fraudulenta de terrenos, y cuando tomó su parte de poder su patrimonio se disparó. En España, el Duque de Lerma, valido de Felipe III desde 1598, acumuló todo tipo de títulos nobiliarios, distinciones, cargos y sueldos, nombró y destituyó a conveniencia y, en fin, acumuló tanto que al saber que el rey lo iba a destituir se hizo nombrar cardenal para así no ser juzgado.

Son sólo tres ejemplos de la infinita lista de políticos corruptos de la Historia (que equivale a la de políticos), pero ninguno se acerca al nivel de perversión, ambición, avaricia, astucia y egoísmo del cardenal Mazarino. Nacido en Italia, primero fue consejero y mano derecha del Papa, y luego se naturalizó francés; en 1642 accedió al cargo de Ministro de Estado (sucediendo al cardenal Richelieu) del rey Luis XIII de Francia, aunque según casi todos los historiadores Julio Mazarino era quien mandaba y ordenaba en el país vecino, y así siguieron las cosas incluso cuando asumió el trono Luis XIV. Durante los 18 años que actuó como dueño de Francia, Mazarino trincó por todas partes hasta acumular una fortuna fabulosa, incalculable.

Como ministro, Mazarino recibía 20.000 libras al año, como Jefe del Consejo Real 6.000, como cardenal francés 18.000, superintendente de la educación del rey, 60.000, y otras 100.000 libras anuales como indemnización personal. Además, era Obispo de Metz, prior de Chastenay, abad de tres o cuatro abadías y otros treinta cargos de menor alcance; en total, por estos conceptos se embolsaba unas 500.000 libras al año. Era el gobernador de seis regiones francesas, entre ellas Alsacia, Auvernia o Provenza, y era el capitán de Fontainebleau y Vincennes. También poseía varios ducados, como el de Nivernois, Doyziois o Mantoue, y era el barón de Mayenne, todo lo cual le proporcionaba inmensas cantidades.

Pero el cardenal Mazarino sólo quería una cosa: más. Se hizo nombrar jefe del aprovechamiento de aguas y bosques de varias regiones, quedándose con todo lo que abonaban los campesinos y pobladores de Ham, Marie, La Fere o Saint Gobain. Sus fincas, terrenos y bosques eran minuciosamente explotados (madera, ganado, caza, pesca) sin descuidar la gestión ni perdonar un céntimo.

No desatendió su vena empresarial, ya que era posesor de un sinfín de empresas, sociedades mercantiles y comerciales, negocios y compañías de muy diversos ramos. El avariento cardenal era armador y propietario de una auténtica flota de barcos mercantes, entre ellos el ‘Cardenal’, el ‘San Juan Bautista’, el ‘Saint Etienne’, ‘Le Bergere’, el ‘Anna’ y varios más. Comerciaba con metales, marfil, cereales…, explotaba todo tipo de materias, desde corcho a coral, y para no tener problemas se compró un puerto en Argelia. Fue accionista mayoritario de la Compañía del Norte, dedicada a la pesca de la ballena y la comercialización de su aceite.

No contento con todo ello, el clérigo se adjudicó los suministros al ejército, al que vendía trigo, centeno, municiones… Y además, obligó a todos los corsarios franceses a entregarle un tercio de los beneficios que conseguían con sus abordajes y rapiñas.     

Y por si faltaba algo, este auténtico número uno de la corrupción, decretó que, como Ministro Principal de Estado, todos sus negocios, comercios, ventas, empresas, barcos, fletes, importaciones, exportaciones y posesiones quedaran totalmente exentos de impuestos, aduanas, tasas, peajes o aranceles… Calculador, meticuloso, astuto y sin escrúpulos. Un buen político.

Difícilmente podrá encontrarse otro político que haya llegado tan alto en la escala de la corrupción. Aun hoy resulta imposible calcular cuánto se embolsaba anualmente el purpurado y a cuánto ascendía su fortuna, aunque habría que hablar de miles, de cientos de miles de millones de libras… Seguramente muchos de los que hoy ostentan cargo político desearían vivir en aquella época, cuando el que mandaba no tenía que rendir cuentas.

CARLOS DEL RIEGO


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