Desengañémonos: más por culo que dan los católicos, imposible. No obstante, hay veces en que las otras sectas, las minoritarias, también se las traen.
Sin ir más lejos, me encontraba yo la otra tarde hablando por teléfono en plena calle –esas llamadas que te pillan a trasmano-, cuando vi venir, cuesta abajo, a un par de estos esforzados testículos, biblia en ristre, corbata windsor al cuello… Nunca pensé que se iban a detener conmigo: el sentido común requería pasar de largo sin molestar a quien conversa por teléfono; pero ellos, no: sin respetar ni teléfono ni a conferenciante, me saludaron; yo les hice señas, con la mano libre… pero ellos, erre que erre, que si te damos una revista, que si estás de acuerdo con lo que pasa en el mundo…
Finalmente, tuve que separar el teléfono de mis labios (para que mi interlocutora no tuviera que escuchar lo que les iba a decir) y –con mayor amabilidad y cortesía que ellos, pero rotundamente- les pedí que… me dejaran en paz, para siempre y por los siglos de los siglos.
Amén, espero.
¿Qué hacer, para defender nuestra privacidad e intimidad de estos cretinos con tanta biblia y tan poca instrucción? Ya no hablo sólo de los testículos de Howard, sino –más todavía- de sectas de subcontrata católica, como los kikos, que se permiten todo tipo de lujos para atentar contra la libertad de los ciudadanos: desde la intromisión hasta la intermisión.
Tal vez ser tajantes, no permitirles el mínimo respiro, no dejarles ver el mínimo resquicio por donde puedan encalomarnos su basura mística, su porquería sicalíptico-religiosa, su bazofia de reader´s digest. Sólo así, me temo, podremos librarnos de su acoso y derribo.
Força!
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