Revista Cultura y Ocio

El Pórtico de la Gloria y el "star system"

Publicado el 28 mayo 2010 por Paula
Foto: Ramón Escuredo. El Correo Gallego
Es el último capítulo del culebrón que padece el Pórtico de la Gloria. Hace dos días se firmaron los acuerdos que, se supone, van a agilizar los trabajos de restauración que van a dejar esta obra maestra del arte universal, maravillosamente bien y lista para resistir otros ochocientos años más. La firma fue importante. Tanto que se organizó un festín sin parangón. Algo que hacía tiempo que no se vivía en la Catedral y que, posiblemente, sólo fuese comparable con la que debió de organizar Gelmírez en 1111 cuando decidió coronar en la catedral, todavía en construcción, al niño Alfonso Raimúndez como rey de Galicia sólo por darle en los morros a su madre, la caprichosa y retorcida reina Urraca. Lo dicho: ¡para verlo! Pero, ¿por qué tanta historia y tanta histeria? La respuesta es sencilla: por ella. La inefable, la única, el azote del top manta, la señora de la SGAE, la protectora de los derechos de los autores y de los que no son autores pero lo parecen, la ministra: González-Sinde.
El acto protocolario se desarrolló, como manda el protocolo, en la Sala Capitular. Allí los representantes de las partes: arzobispo, deán, presidente de la Fundación Barrié, conselleiro de Cultura y ministra dieron sus discursos, y se retrataron a sí mismos. Los tres primeros hicieron gala de erudición, años de experiencia y paciencia infinita con la administración; tal vez alguna puya suave, pero primó la contención. Desde aquí, el acto alcanzó la cuesta abajo (o arriba, según se mire) y el patetismo no se detuvo hasta que la ministra abandonó la catedral. Pero vayamos por partes. La frase más brillante del conselleiro de cultura ante el acto que se estaba desarrollando -desbloqueo de los trabajos de restauración y compromiso de trabajo conjunto por parte de las administraciones y las instituciones implicadas- fue: "bien está lo que bien acaba". ¡Increíble don de palabra! Sin embargo, llegó el turno de ella (la ministra) y el conselleiro pasó a formar parte de la Academia. Incapaz de hilar un discurso y jugueteando con un folio (solo uno, no vaya a ser) su aportación fue una sucesión de balbuceos e ideas desestructuradas que ponían de relieve que, ante todo, no tenía ni idea de para qué estaba allí. Hoy publican en La Voz de Galicia una entrevista suya -sosita- en la que se resalta que se ha cumplido un año desde el cese de Molina y su llegada al ministerio y en la cual confiesa que la destitución del primero que, según sus palabras había sido un buen ministro, le había sorprendido en su momento. Ni me puedo imaginar el impacto que debió de suponer que te llame Zapa y te pregunte eso de "¿quieres ser mi ministra?". Super inesperado todo, oye.
Tras la Sala Capitular vino la visita de rigor al andamio -no me cansaré de decirlo, un verdadero lujo- y allí se desató el caos. Los periodistas acreditados, tantos que tuvieron que subir en dos tandas, se peleaban por ocupar una buena posición y cuando se les dio permiso para acceder al andamio subieron a empellones para ocupar un buen puesto de cara a hacer las fotos con riesgo, incluso, de golpear alguna figura. El deán intentaba captar la atención de la ministra enseñándole aquellos detalles más deliciosos de la escultura del tímpano pero ella estaba más preocupada por no fallar un solo flash. Allá donde había un destello ella se volvía y posaba para la cámara. Después de unos minutos se cansó de la sesión de fotos y, cuan diva caprichosa, expresó: me quiero ir. Ve mujer ve. Y por si acaso se te ocurre, no vuelvas. Lo que menos necesita la cultura es más bufones para el circo.
Ps. Algún día indagaré, por una inquietud personal, sobre qué pasó con el ex-ministro Molina y como un hombre que llegó a su ministerio avalado por una brillantísima gestión del Instituto Cervantes fue un ministro silente y aparentemente apático.

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