
Las guías de práctica, una de las manifestaciones más extendidas de la medicina basada en la evidencia, son una gran herramienta para promover el cambio. O mejor dicho, son una herramienta necesaria pero no suficiente para conseguir dicho cambio.
Como casi todo el mundo puede imaginar, elaborar una guía, "oficializarla", publicarla y difundirla, y que acabe en las estanterías de hospitales, consultas y centros de salud, no sirve de mucho. Hace falta que las indicaciones de la guía lleguen al profesional para que adapte su práctica a lo que establecen las guías. Desgraciadamente no hay un elemento mágico que consiga que, sin darse cuenta, el profesional se levante una mañana y ya tenga adaptados sus procedimientos de trabajo a la guía en cuestión.Todo esto, pero de forma mucho más científica y elaborada, lo cuenta el reciente artículo "Implementing clinical guidelines in stroke: A qualitative study of perceived facilitators and barriers" que publica Health Policy. La conclusión lo dice muy clarito y aconseja un cambio basado en elementos de formación, feedback, etc.:
This study highlights health professionals’ perspectives regarding many key concepts which may affect the implementation of stroke care guidelines. The introduction of stroke clinical guidelines at a national level is not sufficient to improve health care quality as they should be incorporated in a quality assurance cycle with education programmes and feedback from surveys of clinical practice.Un buen ejemplo de postureo: estanterias llenas de guías que pocos han leído o revisado. ¿Conoces otros casos de #postureo en las organizaciones sanitarias?