Revista Opinión
El otro día, Arturo González, en su blog del diario Pùblico, me llamaba “avispado” porque, en un comentario que en él hacia, expresaba mi opinión de que Rajoy había tenido que “tragar” a Camps como candidato a la presidencia de Valencia, por temor a que éste se sublevara en armas contra su propia jefatura de partido, tal como había hecho el ínclito Alvarez Cascos, en Asturias.Voy a intentar explicar porque afirmaba esta impresión mía, allí:La diferencia entre PP y PSOE estriba en la conformación de sus respectivos partidos. El 1º se organiza en una especie de Reinos de Taifas, en los cuales, el cabeza de filas es una especie de monarca absoluto en el que el partido tiene puestas todas sus complacencias porque lo está llevando, legislatura tras legislatura, al triunfo en las elecciones.La circunscripción territorial que mejor conozco, porque vivo en ella casi toda mi vida, es la Comunidad de Murcia. En ella, sólo hay dos fuentes de riqueza realmente, el turismo y la agricultura. Las 2 son de honda raigambre conservadora porque se basan en la propiedad ascentral de los bienes de los que se extrae el producto interior bruto, el hotel y la explotación agrícola. Políticamente, también, puede considerarse como una tierra típica de caciques. El dueño del hotel, o de los hoteles, tiene a su alrededor una serie de pequeños artesanos, no llegan a industriales, que son tributarios de la explotación hotelera de tal modo que viven de prestarle al cacique los servicios complementarios, que encarecerían mucho los precios, por las tributaciones a la seguridad social y otros. De modo que estos propietarios principales originan redes de clientelismo tales que los constituyen como auténticos jefes políticos, permitiendo la organización de la Comunidad como un auténtico organismo vivo de actuación totalmente controlada por estos caciques, que se organizan como unas centrales unitarias de carácter absolutista.Así las cosas, la Comunidad murciana se estructura como una entidad íntegramente dependiente del agua. Sin el agua, las explotaciones hoteleras, íntimamente ligadas casi todas ellas a cercanos campos de golf, no podrían funcionar de un modo efectivo en orden a la atracción del turismo, fenómeno esencial para su existencia y florecimiento, y esta dependencia del suministro hidrológico es mucho más exigente aún en lo que se refiere a la agricultura, seguramente la base de la economía regional por excelencia.Esto ha hecho que el 80% de la población murciana sea absolutamente partidaria del gobierno regional del PP porque éste ha sabido hacer recaer la atención de la ciudadanía en el hecho de que es la Comunidad de Castilla-La Mancha, gobernada tradicionalmente por el PSOE, la que está haciendo todo lo posible para que el transvase Tajo-Segura deje de realizarse, lo que significaría la muerte económica de la murciana. La contienda política se transforma así en absolutamente existencial, si la Comunidad murciana fuera gobernada por el PSOE, las posibilidades de que el transvase dejara de producirse serían mucho mayores, lo que significaría la muerte económica de la mayoría de las explotaciones de la región.O sea que en la Comunidad Murciana el PP gobernará por los siglos de los siglos, dicho de otra manera, el Presidente de dicha comunidad, sea como sea, haga lo que haga, será siempre aquí una especie de Rey autonómico absolutamente intangible.El problema valenciano no lo conozco tan bien porque nunca he vivido allí. Pero me temo que es muy semejante, si no idéntico.Esto explicaría de una manera definitiva la dificultad que todo el mundo tiene para entender lo que ocurre, sobre todo, en la Comunidad valenciana, en la que un presidente, absolutamente corrupto y casi convicto y confeso de corrupción y cohecho, gobernará allí también y con mayoría absoluta por los siglos de los siglos.Y también explicaría la suprema incógnita de la política española: por qué Rajoy, el presidente del PP, tiene que arrostrar el riesgo de ir a la elecciones generales habiendo tenido que nombrar como candidato a la presidencia de la comunidad valenciana a un hombre que es capaz de venderse por unos trajes y unas corbatas. Si se hubiera atrevido a no designarle, Camp prodría muy bien hacer lo que ha hecho Alvarez Cascos en Asturias, crear su propio partido, presentarse a las elecciones autonómicas y ganarlas por mayoría absoluta. Este es un riesgo mayor que Rajoy no se ha atrevido a asumir, y ha estado jugando todo este tiempo a que Camps, por pura decencia política, hubiera dimitido de sus pretensiones, por eso aquél ha hecho, hasta ahora, en que, al fin lo ha designado candidato, un juego parecido al que hizo con Bárcenas, Tesorero General del PP, al que fue dejando que se ahorcara con su propia y corrupta soga, que, al final, le obligó a dimitir.Rajoy, en fin, hace como que no sabe que su partido se rige inexorablemente por el inderogable principio del patrimonialismo polìtico: las circunscripciones políticas son propiedad patrimonial de los hombres que se hallan a su frente, de tal manera que cualquier intento de cambiar la cabeza política de dicha circunscripción significa la independencia electoral de la misma con el riesgo de fragmentación de su partido en lo que realmente es: un auténtico Reino de Taifas.