La ausencia del sentido de Estado a largo plazo de Mariano Rajoy se demuestra con el caso de Ángel Carromero, dirigente de Nuevas Generaciones del PP encarcelado en Cuba como causante de la muerte en accidente de los opositores Oswaldo Payá y Harold Cepero, y por el que ha cambiado su conducta ante la dictadura.
De las denuncias contra el régimen de los Castro en foros nacionales e internacionales, el Gobierno español ha pasado al silencio absoluto, y hasta al asentimiento tácito, solamente para lograr que su militante de 27 años salga de la cárcel y vuelva a España.
No se trata de aprobar o censurar la hostilidad tradicional del PP al castrismo, sino de resaltar por qué poco se cambia radicalmente la política internacional española.
Otra grave transformación, que no se destaca en los medios informativos en estas elecciones catalanas, es la del PP que dirige Alicia Sánchez Camacho, que ha variado dos aspectos fundamentales de la política de Estado española.
Uno, proponiendo en medio de la campaña electoral, como exigen los nacionalistas, reducir la solidaridad interregional creando el “autonomismo diferencial”.
Otro, dudando ahora de la conveniencia de que el PP hubiera presentado el recurso contra el Estatuto semi-independentista acordado por Zapatero y Mas, que el Constitucional invalidó y reespañolizó, aunque sólo parcialmente, gracias a ese recurso.
Como estamos en una campaña en la que peligra la existencia de España, y como parece que el egoísmo separatista goza de simpatía popular en Cataluña, el PP se le une parcialmente traicionando su defensa de la igualdad de todos los españoles como individuos y como sociedad constitucionalmente organizada.
Hemos pasado de las ocurrencias de Zapatero al Estado Groucho-Marxista de “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.
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SALAS