Las escuetas explicaciones del PP y de Rajoy sobre el ingreso en prisión de Barcenas son insatisfactorias, decepcionantes, antidemocráticas y contrarias al deber que tienen los gobernantes de ser transparentes e informar con rigor y veracidad al ciudadano. Rajoy, Arenas y otros dirigentes del PP fueron enfáticos cuando estallo el escandalo y se comprometieron ante la opinión pública defendiendo la honradez e inocencia del tesorero de su partido. Ahora tienen el deber de explicar a los ciudadanos aquel "error" o metedura de pala.
El gran problema del PP no es, como ellos dicen, su mala comunicación, sino su desprecio profundo a la democracia y a la ciudadanía. No es un defecto técnico, sino una enfermedad del alma.
En cualquier democracia con calidad del mundo, el encarcelamiento del tesorero de un partido político gobernante por delitos graves de corrupción provocaría dimisiones, máxime cuando su inocencia había sido defendida en público nada menos que por el presidente del gobierno, pero en la sucia España, donde los políticos suelen carecer de honor y vergüenza, no ocurre nada.
Rajoy y los suyos ni siquiera saben que el silencio de los gobernantes y la desinformación del ciudadano, en democracia, son signos de abuso y opresión.
Revista Opinión
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