Mientras sufría durante más de dos años un cáncer cerebral, el golfista europeo más carismático de las últimas décadas, Severiano Ballesteros, había conseguido la promesa de que España organizaría la Ryder Cup de 2016, el mayor torneo mundial del deporte.
Todo cambió tras fallecer el 7 de mayo. Once días después se eligió Paris como sede de ese enfrentamiento bienal entre Europa y EE.UU., que produce ingentes ingresos y gran prestigio al país que lo alberga.
Con Ballesteros EE.UU. transigía. Sin él, renació su silencioso desprecio, manden Bush u Obama, por la cobarde huida de Irak en 2004 bajo apariencia de soberanismo toreril.
España podía haber pactado una salida rápida y honorable. Pero escapó, sin más, y Zapatero la pidió luego desde Túnez a casi cuarenta aliados que hicieran igual fechoría. Unos aliados cuyos soldados imitaban a las gallinas ante la ominisa retirada de los avergonzados militares españoles.
Fue un desafío más, como el de sentarse ostensiblemente bravucón ante la bandera estadounidense en el desfile desfile militar de 12 de octubre de 2002.
Ignoraba Z. qué es la diplomacia, incluso la buena educación, y más ante EE.UU. Carente de formación básica, desconocía el coitado que los gestos que pretenden humillar al imperio se pagan, sea quien sea el Emperador.
Desde entonces, España sólo sufre fracasos internacionales en sus demandas como sede de cualquier acontecimiento.
Como el caso del campeonato de golf más prestigioso del mundo, que se había logrado, pero sólo por afecto a Ballesteros.
Observe usted que durante los gobiernos Zapatero ninguna instancia internacional le ha concedido nada a España. Ni europeos, ni mundiales de fútbol, ni JJ.OO., ni nada de nada. Todos creen que así halagan a EE.UU., que ni siquiera necesita pedir esos desagravios.
Zapatero está maldito, y por él España, sin necesidad de que Washington lo diga. Desde 2004, y conforme van agotando sus mandatos los altos funcionarios internacionales españoles, ya no admiten ni un solo importante en las grandes instancias internacionales: cuando presentan un candidato, todos lo rechazan.
La diplomacia mundial trata despectivamente a Z. Aunque ahora envíe tropas a Libia, Afganistán, y al fin del mundo, Roma no paga traidores.
Nunca deberemos olvidar esta imagen, que se repite simbólicamente en toda ocasión, aunque en fotos formales nuestro héroe deba aparecer entre los demás. Eso que hay ahí representa a España.
Desconozco al autor de esta foto. Me gustaría acreditársela. Le pido perdón por no poder hacerlo.
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SALAS