Crónicas de Vestuario. -
"El precio de la cobardía"
En este carrusel inacabable que se desarrolla como una montaña rusa repleta de altos y bajos, el partido ante el Real Valladolid fue el momento de frotarse los ojos, despejar la euforia y asumir un montón de desagradables certezas. Los blanquivioletas superaron a los azules de cabo a rabo y sólo sus dudas en el tramo final del partido, al efectuar un repliegue extremo ante la presión del Tartiere y la desesperada ofensiva de los oviedistas, les pudo costar la victoria que finalmente se llevaron.Si algo cabría destacar sobre todos los hechos de este encuentro es el absoluto repaso táctico que el preparador visitante -Sergio González- le dio al local Juan Antonio Anquela. Parecía que se había estudiado a la perfección el choque de la anterior jornada ante el Nástic y neutralizó con un centro del campo muy disciplinado el sistema oviedista. Al contrario, no pareció que el entrenador jienense y su cuerpo técnico hubieran tomado nota del punto débil que los vallisoletanos habían mostrado en su pasado partido ante nuestro eterno rival: su endeblez defensiva en las penetraciones por las bandas y sus problemas ante jugadas rápidas y directas. También ante contragolpes bien organizados, pero ya ni recordamos cuando el Real Oviedo ha concretado uno y, mucho menos, cuando lo ha culminado en gol.
El planteamiento cicatero de Juan Antonio Anquela encontró su castigo ante un equipo que lo fue madurando, primero en un cara a cara en el medio campo, un desgaste durante el primer acto donde prevaleció el músculo y la tensión, para destrozar de forma incisiva al conjunto azul en dos arrebatos casi consecutivos. Eso que decimos tantas veces del machacar cuando se percibe al adversario débil, lo cumplieron los de Sergio a rajatabla y les sirvió para aguantar el resto del partido la ofensiva a la desesperada de los azules, con el impulso de su inquebrantable grada.
Y es que el Real Oviedo sólo parece ambicioso cuando ha de jugárselo al todo o nada. Hasta el 0-2 había sido un once lento, conformista, sin profundidad, sin ideas de medio campo hacia delante, con Toché como un náufrago perdido en su inalcanzable isla, la del añorado gol que no anota desde hace tres meses; Fabbrini perdido sin conexión alguna, corriendo de un lado a otro como un pollo sin cabeza; Aarón, ofuscado en sus propias dudas, las de un rendimiento que ha bajado hasta auténticas simas donde ha desaparecido por completo y Saúl Berjón, que sí está en un momento dulce, esperando que las xanas le iluminasen para ser ese jugador decisivo que tantos partidos ha salvado en esta campaña.
Así que llega el segundo tanto visitante y con él un atisbo de revolución. De perdidos al río. Y llega en el minuto 65 el primer remate del partido entre los tres palos de los azules, un manso cabezazo de Yeboah, cuyas presencias en el cuadro de Anquela también se ajustan al modelo de loca montaña rusa en el que parecemos envueltos. Y también aparecen las bandas, poco, pero lo suficiente, entra en juego Diegui Johannesson y, finalmente, Saúl Berjón rescata su magia y Linares -quien más creyó en la remontada, con fuerza y convicción- acaba con su sequía goleadora de dos meses y sumerge al Tartiere en una nueva nebulosa de sueños en los que creer. Pero no, no era la noche.
Estamos abocados a un largo adiós, a una montaña rusa lastrada por un juego deplorable que ha renunciado a todo propósito que no sea el de mantener la portería a cero. Recordamos -siempre lo hacemos- que el objetivo principal en el fútbol para ganar es hacer goles y éste parece, desde hace demasiado tiempo, olvidado entre las enredaderas de dudas, de agotamiento, de un extremo conservadurismo que lleva a exprimir propuestas futbolísticas resecas que el conjunto de Sergio González desenmascaró sin contemplaciones. Eso y también un señor goleador como Jaime Mata y sus veintisiete dianas, claro. Tan sólo queda la esperanza de que, en este inacabable rush final, en estas seis jornadas que restan veamos una luz al final de un túnel cada vez más largo y que amenaza con repetir la misma historia de las dos últimas campañas.
MANOLO D. ABAD
Fotos: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS