El precio de la divergencia

Una persona con pensamiento divergente ve muchas respuestas a una pregunta, no solo la que le han contado.

Se entiende como una persona divergente, a aquella que tiende a NO coincidir con las ideas y tendencias sociales, culturales o económicas de otro u otros. Pensar de forma divergente, es una cualidad muy valiosa para cualquier pensador. Sin embargo, los profesores o maestros no saben o no quieren aprovechar esta “naturalidad” para añadir debate, reflexión y nueva información en el aula, lo que sería valioso para el resto del alumnado, al igual que podrían solucionarle alguna que otra clase en la que sus pupilos se aburren como ostras con persona hablando constantemente, y lo que es peor, repitiéndolo hasta la saciedad y evitando a toda costa la participación de sus alumnos con este tipo de pensamiento. Así hemos llegado a la tasa de abandono escolar que tenemos: 1 de cada 5 estudiantes.
En países con el 0% de abandono escolar, como Finlandia o Corea del Sur, los estudiantes son los verdaderos profesores en el aula. Ellos plantean y resuelven los problemas de matemáticas y los chicos con mayor potencial ayudan a los que más les cuesta. Fomentan al máximo la creatividad con actividades para todos los gustos; instrumentos musicales, pintura, escritura, deportes, danza... y además, los preparan verdaderamente para el futuro con herramientas del presente, no para el presente con herramientas de hace más de 100 años. El objetivo de estos sistemas educativos no es la repetición como si fuésemos robots, sino "estimular el lado izquierdo del cerebro", es decir, el pensamiento lógico.

Hay niños que se sienten tan extremadamente infravalorados que hasta han llegado a pensar en el suicidio, por culpa de una pandilla de mediocres, así de claro. Tener en clase a personas con criterio es un estorbo. Las preguntas en los exámenes de opinión personal no deberían puntuarse, porque son eso, opiniones personales. Ante un determinado problema se generan diferentes ideas llegando a numerosas conclusiones que son, en principio, todas válidas, y no  solamente lo que tiene en la cabeza el docente. E insisto: el peloteo, el corporativismo y el clasismo siguen instaurados en nuestros colegios y están premiados, sin embargo, la inteligencia, el esfuerzo y las ganas de trabajar están penalizados. La escasa formación del profesorado en pensamiento divergente es tangible; exigen demasiado para dar tan poco. A las ovejas se las lleva fácilmente, a los tigres hay que convencerlos con hechos y con palabras. El colegio debe dar cabida a todas las formas y maneras de aprendizaje, todas las diferencias y todas las capacidades. ¡Hasta la próxima! También me podéis seguir en mis columnas semanales de
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