Revista Sociedad

El precio de la inmigración

Publicado el 06 abril 2010 por Pabloperezarmenteros

El precio de la inmigración

No es un ataque político aislado. La inmigración está en el punto de mira de parte de la sociedad holandesa.  A falta de 3 meses para la celebración de elecciones generales, todo hace prever que, éste, será el tema estrella de la campaña. Hay sectores sociales  y políticos realmente movilizados por la causa y, algún otro, que va por libre. Como el investigador y profesor de la Universidad de Amsterdam, Jan van de Beek, que ha presentado un estudio sobre el coste que representa la inmigración en Holanda. El resultado: “imposible de concretar”. “El mundo científico holandés no desea saber cuánto cuesta la inmigración”, ha dicho, a lo que muchos añaden que “el mundo político, tampoco”.

La conclusión que Van de Beek extrajo de la lluvia de datos fue precisamente la falta de ellos. Apenas existen en Holanda, desde los años 60, índices económicos referidos a la inmigración. Una situación que él consideró lo suficientemente alarmante como para investigarla. Y es que, Holanda, precisamente desde la década de los 60, es uno de los focos de recepción de inmigrantes en Europa.

El investigador es claro en su análisis: No se archivaron datos, no se recogieron índices, no se pueden elaborar ratios… no hay nada. Y todo, por orden del Gobierno que no reflejó tampoco datos sobre desempleo (ni subsidios por desempleo) que percibían los inmigrantes.

Los tristes años ochenta holandeses

A partir de 1980, comenzaron a percibirse grietas en la falta de respuestas por parte de la Administración Central. Se alzaron voces que exigían una explicación a esta conducta y la encontraron en el concepto “políticamente correcto”. El proceder del gobierno estaba marcado por la imagen, no por convicciones políticas, sociales o económicas. No en base a lo que podría ser beneficioso o perjudicial para Holanda. Pura fachada política siguiendo la máxima que recitaba Groucho Marx : “ Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.

Los motivos que ofrece Van de Beek se basan en el ascenso político de la extrema derecha durante los tristes años 80 holandeses. El país estaba inmerso en una serie de cambios políticos constantes propiciados por los vaivenes del gobierno de Dries van Agt, uno de los primeros ministros holandeses con menos carisma del último siglo. Rompió el gobierno en tres ocasiones y en tres la Reina Juliana le ofreció formar un nuevo gabinete. En abril de 1980, Juliana abdicó en Beatriz y poco después , Ruud Lubbers llegaba a Primer Ministro con su eslogan “meer markt, minder overheid” (más mercado, menos gobierno). Una auténtica declaración de intenciones que le hizo valedor de la etiqueta internacional que se le otorgó “la marioneta de Margaret Thatcher”.

Cordón sanitario contra la extrema derecha

Pero en todos esos vaivenes políticos, la extrema derecha holandesa recibió un impulso importante (como hoy), aumentando en votos y en simpatías. La reacción no se hizo esperar y las élites políticas decidieron unir fuerzas ante el enemigo común que despertó entre muchos holandeses los traumas de la Segunda Guerra Mundial. Ante esto, señala Van de Beek, “decidieron evitar todo lo que pudiera beneficiar a la extrema derecha”. “Hans Janmaat (el líder de la ultraderecha holandesa por aquél entonces) utilizaba a menudo argumentos económicos para atacar a los inmigrantes y así (ocultando o dejando de elaborar datos)  se creó un tabú respecto a la investigación sobre los costos de la inmigración”. Ya nadie podía utilizarlo como argumento, porque no existían tales datos.

Y continúa Van de Beek “Lo que en realidad ocurrió fue que los conocimientos científicos no se evaluaron de acuerdo a su veracidad, sino conforme al esperado efecto en el terreno social y político. Ese hecho es muy revelador, si tenemos en cuenta que la ciencia siempre pretende seguir solamente la verdad.”

¿Ciencia o política?

La presentación estuvo rodeada de una especia de un rumor constante de fondo hasta que al finalizar su intervención, uno de sus compañeros de la Universidad soltó la bomba : “¿Es usted de extrema derecha?”. Había tocado un punto sensible. Y es que no es la primera vez que Jan van de Beek es acusado de ser un nazi o un fascista.

Durante la defensa de su tesis, su independencia como investigador ha quedado en entredicho. Él mantiene que, durante cuatro años, encontró todo tipo de oposición por parte de un sector de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Amsterdam, al que calificó de “Instituto izquierdista”. Otro catedrático, Jan Willem Duivendak no dudó en señalarle que criticaba “lo políticamente correcto de sus colegas” pero que a la vez él hacía lo mismo: “¿acaso su investigación no responde también a una determinada agenda política?”.

Y es que Van de Beek no ha ocultado nunca su posición respecto a la inmigración de países no occidentales : “En una economía de conocimientos como la nuestra, es poco el beneficio que puede ofrecer la inmigración de gente que ha seguido pocos estudios. De haberse investigado el asunto a fondo, probablemente hace mucho tiempo que hubiéramos llegado a la conclusión de que era necesario seleccionar los inmigrantes de acuerdo a su nivel de estudios. En comparación con otros países occidentales, se constata ahora que esos inmigrantes no tienen muchas posibilidades en el mercado laboral holandés”.

Es algo parecido a lo que defiende Geert Wilders, pero eso sí, no quiere que le metan en el mismo saco “Con su llamada a deportar a millones de islamitas, Wilders daña el Estado de derecho en Holanda”.  Aunque luego apunte que existe “una relación entre la tendencia de nuestras élites a no querer conceder atención a determinados asuntos, y el actual éxito político del partido de Wilders, el Partido por la Libertad (PVV)”.

De la mano de Geert Wilders

Precisamente Wilders exigió hace un año, al Gobierno, una investigación sobre los costes y beneficios de la inmigración en Holanda. El ejecutivo de Balkenende se negó bajo una máxima fundamental del Estado de Derecho: “Los inmigrantes extranjeros forman parte de nuestra sociedad. La presencia de estos extranjeros en nuestro país no se puede reducir a una simple suma y resta en euros”.

Una respuesta oficial con una conclusión por parte de Wilders “parece que el ciudadano no debe enterarse de lo que cuesta la inmigración en masa”.  Y ya que no le daban una cifra en euros, la puso él: mil millones.

La clave, a día de hoy, la podríamos resumir en una pregunta: ¿investigar lo que cuesta la inmigración en Holanda podría servir para disminuir la tensión política en los Países Bajos o, por el contrario, multiplicaría, no sólo la tensión política, sino también la social?.


  


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