por Laura Cantinzano
La historia de Lorenzo. Imagínate por un momento que soy Lorenzo, el director de departamento de la empresa y Luís es un empleado. Un día, entró Luís a mi despacho para contarme un problema que tenía, yo le escuchaba y al final le dije que el era el responsable y que tenía que encontrar la solución. Pero Luís insistía, insistía en que yo tenía que resolver el problema. Al final, ni corto ni perezoso le dije todo lo que pensaba de él, exactamente todo, no me corté ni un pelo. Como soy el que manda puedo decir lo que pienso y nadie se me va a quejar, por lo menos delante de mí.
Lo que yo no me esperaba, es que Luís hiciera lo mismo conmigo. Me dijo todo lo que pensaba de mí, tampoco se cortó ni un pelo el tío. Y eso que él sabe que soy el que emplea, el que promociona a la gente y el que también despide y aún así, se atrevió a hablarme de esa manera. La verdad es que no me lo esperaba, ¡cómo es posible que no se haya dado cuenta de quién soy!
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En unos minutos teníamos una bola de fuego entre las manos. Nos encontramos en una situación embarazosa para los dos, no fue nada agradable. No duró mucho, sólo unos minutos, no hubo pelea, pero el daño que nos hemos hecho con nuestras lenguas ha sido más fuerte que el que nos hubiéramos hecho con los puños. Un daño que llegó hasta el alma. Luís se marchó golpeando la puerta, haciendo vibrar a las paredes.
Cuando trabajas con personas, te puedes encontrar con situaciones como esta. Y lo malo de la historia es que al final todo el mundo se entera de con quién has tenido la bronca y de cuánto tiempo va a tardar en enterarse mi jefa (“la big Boss”).
15 minutos más tarde estaba en el despacho de mi jefa. Yo estaba todo el tiempo pensando que no abriría la boca, da igual lo que me dijera ella, yo no abriría la boca. Tenía los brazos cruzados y la boca cerrada. La situación era vergonzosa. Mi jefa empezó a decirme: “creo que hace poco has tenido un problema, ¿esto es cierto?”
Yo le respondí “ sí, y nada más”
Mi jefa estaba preparada, era lista, sabía que si me decía algo más yo explotaría y estaría a la defensiva. No me dijo nada y empezó a escribir. Por un momento pensé que me tenía miedo a mí, ¡que situación más absurda! Cuando terminó de escribir me pasó el papel y no tardé mucho en leer las 5 palabras que estaban escritas “CUANDO TÚ PIERDES TU CONTROL” la verdad es que no me impresionó nada de nada, le devolví el papel y le dije “si quieres hablar, hablemos”.
Mi jefa no dijo nada y siguió escribiendo y cuando terminó me devolvió el papel, estaba la misma frase que antes pero la palabra “TÚ PIERDES” estaba sin tachar.
Y es cuando empezó a hablar, dijo: Has perdido, pero esto no es lo importante, lo más importante es que entiendas lo que has perdido. En 15 minutos has perdido la profesionalidad, la credibilidad y la integridad. Mucha gente piensa que debería echarte. Les dije que te juzgo por tus logros y no por tu edad. En estos momentos, tu compañero Luís está en su puesto de trabajo, o en el descanso, o en el gimnasio, o en muchos sitios, y está contando lo que le ha pasado. Y ahora a toda esa gente le gustaría tener la oportunidad de contestarte. Ahora eres vulnerable y la gente lo sabe. Podría echarte pero no lo voy a hacer. ¿Qué podría hacerte yo peor, que lo que tu ya te has hecho a ti mismo? Tampoco te voy ayudar, eso vas a tener que solucionarlo tú mismo.
“He visto a muchos profesionales perder su habilidad del liderazgo, influencia e impacto en otras personas porque no han sabido gestionar sus emociones. Aprende a gestionar tus emociones para encontrar el equilibrio, sea cual sea tu puesto o posición.”
En los últimos meses las empresas me están solictando que trabaje con sus equipos sobre gestión de las emociones, la recuperación de motivación del equipo, así como maximizar y potenciar el talento comercial. Son aspectos clave para recuperar las ventas en estos tiempos tan difíciles.
Autora Laura Cantinzano
Fuente http://www.lauracantizano.com/el-precio-de-perder-el-equilibrio/
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