Enfurecido me grita: “te has vuelto torpe e inexperta, en adelante no serás más que un despojo de marioneta rota”. Coge unas tijeras con las que corta todos los hilos de mi destino y me arroja violentamente al fondo del exiguo cajón.
¡Este sí que conoce bien mis desdichas! Tengo un temblor frío que la soledad aumenta. Sin mis alas insuflándome alma nunca más volveré a sentirme viva. Esta será mi peor condena. Trago saliva y parpadeo repetidas veces intentando frenar el torrente de lágrimas que al final se desliza a borbotones por mi rostro. La visión se me empaña y me impide distinguir claramente esa sombra que se me aproxima, pero oigo su voz queda diciéndome:
“Yo te vengaré. Cree que es él el que marca mis pasos manejando mis hilos y yo le dejo que se lo crea, no es consciente que hace tiempo soy yo la que desde mi apariencia de marioneta débil e insegura maneja sus hilos, le marco el compás y le obligo a moverse al ritmo que a mí se me antoja. Su destino está en mis manos”.