"Un portal hacia lo sublime". Es la descripción que desde Sotheby's NY se hacía de este cuadro por el que se pagó la desorbitada cifra de 34 millones de euros en subasta.
Hace unos días, visitando la casa museo de Víctor Corral en Baamonde, Lugo, pude mantener una charla con este veterano escultor. Él criticaba la falta de criterio artístico para valorar las obras con las que hoy se mercadea en ferias y galerías. Y no le faltaba razón. No se puede aproximar el arte a los criterios especulativos que rigen, por ejemplo, la bolsa, donde unos pocos gurús deciden que algo podrá pasar de no costar casi nada a ver su precio multiplicado hasta el infinito. Hay, además, una provocación en el hecho de que las revalorizaciones se hagan, curiosamente, sobre obras que acaba de adquirir 'fulanito' o pretende vender 'menganito'. Se desprecia con ello toda la historia del arte y nuestro acervo de seres dotados de sensibilidad. Conversaba con Corral rodeado de sus obras en madera, cargadas de amor, esfuerzo y buen oficio.
A lo que voy es a que en un trabajo que pretende ser considerado artístico, para empezar, no puede hallarse dicha pretensión. Y no quiero decir que el artista deba renunciar a serlo, pues necesariamente tiene que haber en él la intención de hacer arte y de trascender. Sin embargo, su obra nunca deberá resultar pretenciosa, lo cual es una cuestión de esencia, de entrañas. Por otra parte, tendría que haber en ella una interpretación de la realidad, un filtrado de la misma a través de una mirada singular. Sin ese acercamiento al mundo y sin esa voluntad de multiplicarlo y hacerlo crecer no hay arte. Además, tengo la certeza de que no puede faltar esfuerzo en el hecho artístico y de que su valor radicará necesariamente en él.
Las tasaciones, supongo, tendrían que ser siempre relativas, tomando en consideración los precios de las obras que universalmente se han reconocido y evaluado. Por eso, desorbitada es la suma a la que no se puede dar explicación cuando, tomando las forzosas referencias, sacar conclusiones acerca de su congruencia es una
tarea imposible.
Por cierto, el cuadro es de Barnett Newman y se titula Onement VI (1953). Podrá gustar poco o mucho y transmitir más o menos sensaciones..., pero esa es otra cuestión.