Revista Política

El precio del poder

Publicado el 19 marzo 2013 por Alejandropumarino

El precio del poder

Parece ser, según los cálculos de sesudas consultoras, que dentro de unos cuarenta años, los países emergentes, Brasil, China, India y Rusia, superarán a las naciones de la vieja Europa y quedarán solo por debajo de los Estados Unidos, y por todo ello pagaremos el precio de elevar en seis grados la temperatura del planeta.

En primer lugar, me sorprende la capacidad de análisis de quienes llevan a cabo tales estudios, que parten, las más de las veces, de premisas dudosas que cuestionan, cuando menos, un notable margen de error en los resultados. ¿Se han tenido en cuenta consideraciones demográficas como que en ciertos países de la UE la población musulmana puede ser una mayoría significativa en medio siglo?. La elevación de la temperatura del planeta, ¿será de solamente seis grados o pueden ser siete, o cinco?. ¿Se han tenido en cuenta vicisitudes astronómicas, como la actividad solar o los propios ciclos de esta vieja y cansada Tierra?.

La tendencia del hombre a sentirse relevante en este micromundo que habita resulta mucho más sorprendente que los cálculos ofrecidos por una consultoria autoerigida en adalid de la verdad científica más absoluta. Dos asteroides de más de cien metros de diámetro pasarán rozando nuestro planeta en los próximos cuarenta años, sin poder determinarse todavía la posibilidad de colisión con cualquiera de ellos, lo que conduciría a la más que probable desaparición de nuestra especie, por más que China o Brasil emergiesen gracias a sus florecientes economías. Un ciclo de enfriamiento similar al sucedido hace pocas decenas de miles de años, se llevaría por delante las previsiones de científicos ocupados en la minúscula parcela de su especialidad, sin salir, como diría el Sr. Gardner, a la superficie de los pelos de ese conejo que tanto preocupaba a Sofía. Hay que mirar la inmensidad del universo para ser conscientes de nuestras propias limitaciones, de la gran ignorancia que nos rodea todavía, y tener la humildad de ver el futuro como eso incierto que sucede mientras nosotros vamos haciendo otros planes.


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