Foto: Christopher Morris
El anterior presidente de EE.UU. George Bush ha vuelto a la escena pública para justificarse con la publicación de su biografía ‘Decision Points’. En ella, Bush se presenta como un disidente de la guerra de Irak -no quería usar la fuerza- y asegura que la tortura en la prisión ilegal de Guantánamo ayudó a salvar vidas y prevenir ataques. No se arrepiente el ex-presidente de actuaciones impropias de una nación llamada a expandir la democracia en el mundo, como el mismo sostenía. Por mucho que tras conocer los abusos en Abu Ghraib se sintiera “mal del estómago”.
Porque el presidente de la nación más poderosa del mundo no puede quedar “sorprendido e irritado” al no aparecer las armas de destrucción masiva que justificaron el ataque unilateral sobre Irak. Bush asegura que no quiere redimirse con la publicación de sus memorias; será la Historia la encargada de juzgarle. Él sólo reconoce haber cometido un error: haber intervenido tarde en la catástrofe del Katrina.
Para los libros de historia quedan sus logros. Dejó a la economía más fuerte en una crisis que se remonta a la del año 29 después de ocho años de manga ancha a los mercados, un país enfangado en dos conflictos bélicos y la imagen de EE.UU. por los suelos. Los americanos ya lo juzgaron en sus últimos días. Con un índice de popularidad en el 35%, fue el mejor valor de la candidatura de Obama. Retirarse a su rancho fue lo mejor que pudo hacer. No necesita demostrar que sabe leer y escribir.