Revista Cultura y Ocio
Uno de los mejores ejemplos de que el discurso poético de ruptura que viene desarrollando Julio César Galán (Cáceres, 1978) no puede disociarse de un eje temporal, de una concepción diacrónica del texto, es esta trilogía de tan expresivo título como El primer día (Sevilla, Ediciones de La Isla de Siltolá, 2016). El ordinal marca un punto de partida en una línea de tiempo y dentro encontramos un primer libro titulado Para comenzar todo de nuevo, que contiene el sema esencial de una revisión en toda regla, una especie de consciente retrospección sobre un material poético que se convierte en un elemento inductivo de la memoria, como un álbum de fotos que activa el recuerdo. Ese material está conformado por ese primer libro y por dos más: Con orejas de trébol y Montoncitos de desnudez; y los tres se sitúan en un dilatado espacio de años, desde 1996 hasta 2015, en dos fases, una de siete años hasta 2003, y otra, más larga, de doce, como explica la «Nota del autor» que abre el libro. Toda esta propuesta cuya cara más visible es la de la ruptura y dislocación del texto poético en todos sus niveles, desde la grafía a la estructura, está en permanente contacto con una secuencia cronológica real, con la idea de proceso. Así, el libro alude permanentemente al tiempo y al paso del tiempo, con la indicación de horas y minutos —poema «(Muñeca rusa)»—, con la prevalencia de un verso («como el primer año de vida», en página 36), con la datación de poemas, de trozos de poemas, de notas o de versos («Ya eres: 22/12/2015. Estás en casa con tu hijo»), poniendo de manifiesto que el texto se inscribe en una secuencia temporal que puede partir de un momento anterior al texto, continuar en dos o tres fases de su escritura y reescritura y que se materializan en dos o tres versiones («Versión original», pág. 45), y concluir, sencillamente, en «el instante en que el autor termina el libro», del último verso de todos. Así pues, la idea de ruptura de la poesía limada de Julio César Galán, tan espacial, tan notoriamente pegada a una superficie textual, es la que se impone; pero debajo está esa corriente que no es palabra sino tiempo. Eso sí, lo que subyuga al lector y lo que pide a éste el autor —o las voces del autor— tienen que ver con el enunciado poético que rompe el verso, la estrofa, el poema, el libro; que traspasa límites genéricos y adopta formas del ensayo o del cuadro dramático; y que, conceptualmente, subvierte o relee un canon y una manera de comprender la vida. Nada nuevo, pues. La ruptura puede estar en un idilio de Iglesias de la Casa como en un poema de Leopoldo María Panero; y tan convencional, a estas alturas, puede llegar a ser un caligrama que un soneto. El lector siempre estará ahí. Por eso, el de Julio César Galán es un proceso nada convencional de construcción de una obra, variado, muy interesante entre los que conocemos en la poesía española actual, y en el que no han faltado tanteos de todo tipo en diferentes géneros —teatro, ensayo, poesía—, formulaciones teóricas como la antología Limados. La ruptura textual en la última poesía española (Edición y prólogo de Óscar de la Torre. Epílogo de César Nicolás y Marco Antonio Núñez. Madrid, Amargord Ediciones, 2016) y ahora un compendio cronopoético como El primer día. Para leer con tiempo.