Revista Cultura y Ocio

El primer día de muerto – @letrasypalabras

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

El primer día de muerto no fui a trabajar, deseaba estar solo, digerir lo que había sucedido; me quedé en casa recordando la vida e intentando comprender la muerte, deambulando de una superficie a otra; repasaba en mi mente las últimas horas, pero de pronto la casa se llenó de personas, principalmente mujeres, que se organizaron rápidamente para rezar un rosario, y estaban ahí en el vestíbulo, pidiéndole a Dios y a la Virgen por el descanso del alma; me puse a pensar profundamente en ello y sentí que debía hacer lo mismo, entonces me uní al grupo en torno a las veladoras y la cruz. Rezaban con tanta devoción. Nunca aprendí otra oración más allá del Ave María y el Padre Nuestro, por fortuna en los rosarios esas oraciones se repiten mucho, y durante las letanías que me resultaban desconocidas me quedaba callado y quieto, con la solemnidad que siempre supuse debía tener frente a la muerte. Increíblemente cada misterio estremeció mi espíritu. Cuando el rosario terminó se hizo un silencio que me pareció muy incómodo, no pasó mucho tiempo antes de que se fueran todos y qué bueno, porque lo que deseaba desde un principio era estar solo.
Nunca me gustó el tema de la muerte, nunca pude escribir una buena línea al respecto. Enseguida cogí un álbum de fotografías y me di cuenta de que nunca tomé suficientes; quería recordar, volver a vivir, escuchar canciones que me trajeran recuerdos, recordar buenos momentos y olvidarme de la muerte, pero todo era un absoluto silencio.
Quise llorar, me dispuse a hacerlo pero no pude; tal vez si hubiera caído una lluvia hubiera sido más sencillo; siempre fui el más fuerte de la familia o me tocó serlo; siempre pensé que un hombre no debía romperse, y que si se rompía tenía que hacerlo de tal manera que nadie lo notara; me habría gustado que alguien me enseñara a llorar con dignidad, imagino que lo más difícil es el comienzo, la parte de inducir el llanto, llegar a ese estado de dolorosa emoción en el que la garganta se quiebra y los ojos se desbordan y todo uno se abandona.
Llegó la noche e intenté actuar como lo hacía normalmente, me invadió la idea de tomar café y revisar mi lista de cosas por hacer para mañana, luego me sentí estúpido y recordé que no era el momento para eso y que a decir verdad no me importaba.
Comencé a hacerme todo tipo de cuestionamientos.
¿Dónde estarán el cielo y el infierno?
¿Cómo saber que se está en uno y no en otro?
¿Por qué me siento tan huérfano?
¿Estaré soñando?
¿Cuándo vendrá alguien a decirme que todo es un sueño?
Esperé un tiempo razonable, pero nadie se acercó a decirme nada.
Escuché una voz interior que me decía que tenía que ser fuerte. Pero ¿cómo serlo? ¿quién podría serlo?
Traté de pensar que en cualquier lugar que estuviera mi viejo ya no estaría sufriendo, pero no logré convencerme.
Mi padre había muerto de manera trágica, en un estado de emoción intensa ¿cómo podría estar bien donde sea que estuviere?
La idea de que estuviera sufriendo me hacía más estragos que el hecho crudo, duro e incomprensible de su muerte.
El primer día de muerto de mi padre no fui a trabajar, no pude llorar y tampoco pude escribir.
Fui con un terapeuta y me dijo que escribiera sobre él como terapia, como si fuera una enfermedad, como si quisiera curarme; que no metiera los pies en el agua, que evitara la avanzada noche y la madrugada, que me alejara del apego y que nada de lluvia.
Pero lo asenté en la tierra y me quedé esperando a que en cualquier momento abriera un ojo o moviera una ceja, a que sonriera con su sonrisa maliciosa, así como burlándose de nosotros, a que se levantara y saliera corriendo, y no hizo nada ¿quién puede curarse de eso?
El otro día fui a visitarlo a su tumba pero no estaba.
Me guardé sus ojos y sus breves labios, me quedé con su brazo derecho, para escribir con él historias de amores prohibidos, para ponerlo alrededor de mis hombros cuando sienta que lo necesito.
Un día voy a encontrarlo de frente y con tiempo de sobra, pero ya no voy a hacerle ningún reclamo.
No sé por qué siempre elige la noche para aparecerse, me va a hacer llorar, y él sabe que yo no lloro.
No sé qué voy a hacer cuando me quedé completamente huérfano.

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