Aún hay muchos responsables de empresas y equipos que creen que liderazgo y control son sinónimos, asimilan el liderazgo a controlarlo todo y estar siempre presentes en todos los sitios. Debo reconocer que afortunadamente cada vez son menos, pero no podemos negar que este estereotipo aún esta muy arraigado en nuestra cultura.
Liderar no significa tener que estar permanentemente ocupado (o parecer que lo estás), o dedicarte a demostrar que tu presencia es vital para que el mundo se mueva.
Precisamente en los equipos ya maduros, que probablemente se hayan convertido en equipos de alto rendimiento, esta actitud resta. Y resta mucho. La necesidad de intervenir entorpece y provoca un cuello de botella en el proceso, ya que los colaboradores no avanzarán sin buscar la aprobación de su responsable, y cuando lo necesiten, probablemente estará ocupado en otras cosas. Otro efecto negativo es que la creatividad de los miembros del equipo se verá coartada por la sempiterna presencia del responsable, reduciendo así las posibilidades que se establezca una dinámica de mejora continua en el grupo.
Así que el primer paso para hacia liderazgo efectivo es tan simple como dejar que los colaboradores tomen más el control (enpowerment).
El resultado será que: van a hacer un mejor trabajo y tu tendrás más tiempo para pensar.
Puede parecer que esta política no es hacer bien tu trabajo, que precisamente te pagan para ‘estar encima’ de todos los asuntos, pero no, si ganas en efectividad aportarás muchas más cosas con mucho más valor añadido.
Si el principal inconveniente para convencerte y dar este paso es que te preocupa que se cometan errores, piensa que en estos está el aprendizaje, que servirán para ser todos mejores y precisamente ganar en efectividad.
Es una buena oferta en todos los sentidos ¿no?
Hablando de este tema, recomiendo el post de José Miguel Bolívar (@jmbolivar) en Óptima Infinito: El nuevo liderazgo se llama Efectividad.
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