Todos consideramos a Hipócrates como al padre de la Medicina, pero no fue el primer médico de la Historia. Ese lugar de privilegio correspondería a Imhotep, un erudito egipcio cuyo nombre significa «el que viene en paz».
Durante siglos se pensó en él como en una figura mitológica, hasta que, a finales del siglo XIX, se comenzó a sospechar que habría sido un personaje histórico real. Imhotep vivió en el Antiguo Egipto entre el 2690 y el 2610 a.C., donde alcanzó a ser una persona muy importante, ocupando los cargos de sumo sacerdote de Heliópolis y chaty del faraón.
El chaty o tyati era el funcionario de más alto grado del antiguo Egipto, el primer magistrado tras el faraón. «Aquel que es la voluntad del amo, los oídos y los ojos del rey».
Aunque plebeyo de nacimiento, su inteligencia y determinación le permitieron hacerse un hueco en la corte del faraón hasta convertirse en uno de sus asesores de mayor confianza y el arquitecto de su tumba, la famosa pirámide escalonada de Saqqara.
Resulta también destacable la fama de Imhotep como poeta, matemático, astrónomo, pero, sobre todo, como médico, la que le llevó a convertirse en dios de la Medicina para posteriores generaciones de egipcios.
Aunque la pirámide escalonada se considera su mayor logro, también se le recuerda por sus tratados médicos, en los que fue pionero al considerar que las enfermedades y lesiones son de origen natural, en lugar de castigos enviados por los dioses o causadas por espíritus malignos o maldiciones.
Imhotep ya practicaba la medicina y escribió sobre el tema más de 2000 años antes de que Hipócrates naciera. También se cree que es el autor del Papiro de Edwin Smith, un texto médico egipcio, que contiene casi 100 términos anatómicos y describe 48 lesiones y su tratamiento.
Así pues, la medicina egipcia iniciada por Imhotep fue la primera en analizar la enfermedad desde un punto de vista racional, renunciando a explicaciones mágico místicas. Después, los griegos tomarían el relevo como porteadores de esta antorcha.