En 1930 la sal en la India era un monopolio de los británicos. En una época en la que todavía no existían neveras y en un país cuyo clima caluroso y húmedo provocaba que los alimentos se pudrieran con rapidez, la sal era un elemento esencial para conservar la comida. Por lo tanto, la sal era indispensable para todo el mundo, ricos y pobres, sin distinción.
Los británicos lo sabían y por ello decretaron un impuesto sobre la sal que debía pagar todo el mundo, incrementando su precio notablemente. Los pobres eran los más perjudicados, ya que vivían al día y ese impuesto suponía un abuso que no tenían más remedio que pagar para sobrevivir.
Gandhi, el líder necesario
Mahatma Gandhi, un abogado indio que pasó gran parte de su vida profesional en Sudáfrica defendiendo los derechos de la minoría india en ese país, había vuelto a su patria en 1918 y se había convertido en el líder destacado del Partido del Congreso, entonces una confederación de organizaciones e individuos que luchaban por la independencia. Pero era una lucha complicada.
Para comenzar, no existía un objetivo claro para los independentistas. Había algunos que querían la independencia radical de los británicos, incluso a través de la violencia. Otros aspiraban a una autonomía como la que tenían Australia o Canadá, que eran países independientes que mantenían estrechos lazos con el Reino Unido. Luego estaba la cuestión de las religiones.
Los musulmanes eran una minoría muy amplia en la India, mayoritaria en algunos lugares como los hoy independientes Pakistán y Bangladesh. Pero la mayoría eran hinduistas. La cooperación y armonía entre ambas comunidades era complicada por razones sociales, por la falta de integración de ambas, e históricas, ya que los musulmanes habían sido la clase dominante hasta la llegada de los británicos y todavía existía el resquemor hindú hacia ellos.
El equilibrio entre ambas comunidades era muy difícil, ya que existía la tentación por parte de la mayoría de identificar la independencia con el hinduismo y sus valores tradicionales, lo que automáticamente expulsaba a los musulmanes, y a la inversa. Para conseguir un movimiento unificado y con un solo camino hacía falta un liderazgo carismático que pusiera a todos juntos en contra de su enemigo común: los británicos. Y ese liderazgo era el de Gandhi.
El primer éxito de la no violencia
Cuando el Mahatma comenzó su Marcha de la Sal lo hizo acompañado por un puñado de seguidores y algunos periodistas –Gandhi siempre fue muy consciente del poder de los medios, una actitud moderna que contrastaba con su discurso rural. Comenzaron tierra adentro, en el áshram (una especie de granja-monasterio) de Ahmedabad, a unos 300 kilómetros de su destino: el mar.
El objetivo era llegar a la costa y desafiar abiertamente a los ingleses y a su monopolio secando agua de mar para conseguir así sal sin pagar los impuestos obligatorios. Una manera muy hábil de luchar contra la opresión atacando directamente su autoridad y fuente de ingresos. Además, era una manera no violenta de luchar contra la presencia británica en la India, y una herramienta de lucha que respondía a los deseos de todas las facciones del Partido del Congreso, ya que no todos ni mucho menos estaban a favor de una guerra abierta.
Gandhi y los suyos comenzaron la marcha siendo un grupito pequeño, pero a su séquito se fueron uniendo más y más personas hasta que un mes después, el 6 de abril de 1930, varios miles de personas lideradas por el Mahatma llegaron a la playa y comenzaron a secar el agua para conseguir sal. Esta protesta corrió como la pólvora por todo el país y fueron miles los que imitaron a Gandhi. Al final, los ingleses arrestaron a unos 60.000 ladrones de sal, incluido a su líder.
Nueve meses después tuvieron que soltarle. Se dieron cuenta de que el monopolio sobre la sal estaba muerto, ya nadie lo cumplía y pagaba los impuestos. Todos ganaban sal del mar, una actividad que se había vuelto incontrolable. Así pues, tuvieron que abolir este impuesto sin que se disparase ni un solo tiro. Fue el primer éxito de la no violencia que desembocaría en 1947 en la independencia de la India.
Ilustración de Francisco Álvarez