Por fin llegó el gran día y tras unos segundos de duda, el pollo de carbonero abandonó el nido que compartió con sus cinco hermanos desde que nació. Se asomó a la puerta y se atrevió a volar por primera vez. No fue un gran vuelo, sólo unos pocos metros hasta un muro cercano, pero había sido la prueba más difícil de su corta vida.
Ahora todo es nuevo y enorme. Es la primera vez que ve el cielo, las nubes, los árboles y las flores. También es la primera vez que siente el viento y el calor del sol sobre sus plumas. Mira hacia arriba y se queda embobado viendo a las gaviotas que pasan gritando por encima de su cabeza. Por fin sabe de dónde venían esos extraños sonidos que escuchaba en la oscuridad.