Revista Cultura y Ocio

El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (I)

Publicado el 16 septiembre 2016 por Carmoran @ensayistica
El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (I)
          Como se lleva ya mucho tiempo hablando sobre los abusos de poder, sobre las injusticias contra los cuidadanos de a pie por parte de los políticos o de las clases más altas de la sociedad, me ha dado por pensar, ¿y por qué no hablamos sobre un libro que hace dos siglos ya denunciaba este tipo de cosas, que además también ridiculizaba esa obediencia ciega a la autoridad sin cuestionarla en ningún momento, y cuyo autor llegó a sufrir el odio de su propio país debido a ello? Creo que ya va siendo hora de hablar de El príncipe y el mendigo, de Mark Twain.          Todos aquellos que hayan leído algo sobre la vida de Twain, sabrán que era una persona profundamente anti-imperialista y con muy poco apego a lo militar, aunque lo que yo destacaría sobre todo de la novela de hoy es que el autor no la escribió como si fuera un simple cuento para niños, y pienso que es aquí donde reside su magia; esta novela surgió como crítica ante una mentalidad que dominaba la época del momento en Europa, tanto a nivel cultural, como económico y político. Probablemente todos sepáis el argumento, pero no está de más hacer un pequeño resumen antes de ir de lleno con el ensayo: El príncipe y el mendigo cuenta la historia de dos niños con vidas muy distintas, uno es el futuro rey de Inglaterra y el otro es un vagabundo, que acaban intercambiando sus papeles por azar del destino; a partir de ese momento, uno tendrá que aprender a vivir la vida del otro y viceversa.

El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (I)

Esto también va de aprender a ponerse en el lugar del otro; o casi.


          ¿No os habéis preguntado nunca por qué se dice eso de que la gente feliz es la más ignorante? Pues Tom Canty, el niño pobre, nos va a explicar por qué. Tom es un niño que ha crecido rodeado de miseria en todos los sentidos. Su familia y él viven en un infecto callejón rodeados de suciedad y ratas, las borracheras y los tumultos eran el pan de cada día en su barrio, apenas tienen nada para comer y por si esto fuera poco, su padre y su abuela le maltratan si no trae la limosna a la casa. Y a pesar de todo, Tom es feliz, porque da por hecho que esa vida es la única que existe. Él representa la paradoja del esclavo feliz, simplemente porque desconoce que hay algo más allá de una vida de miseria. Planteaos también esta paradoja cada vez que oigáis frases como "es que es lo que hay", o "por los menos tengo un trabajo". Y ya que hablamos de creer que solo la realidad que vemos es la única y la verdadera, eso mismo pasa también con el futuro Eduardo VI, el niño príncipe, pues cuando él y Tom se conocen y empiezan a contarse cosas de su vida, no hay cosa que más le sorprenda que ni Tom ni su familia tengan criados que les vistan, como hacen con él. ¡Inocencia infantil!            Ahora si hay un momento y una frase ciertamente escalofriante a lo largo de la novela, tiene que ver con la propia madre de Tom y la facilidad con la que se llega a acepta una vida indigna e humillante:
      "¡Hijo de mi alma! Tus descabelladas lecturas te han traído a este estado y te han trastornado el juicio. ¿Por qué te empeñabas en leer hasta volverte loco, como te prevenía yo? ¡Has desgarrado el corazón de tu madre!"

El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (I)

Sí, Tom Canty tiene muchos paralelismos con cierto personaje literario español muy popular


             Cuando el cambiazo entre los dos niños se produce, es obvio que la madre de Tom no reconoce las maneras que su "hijo" ha adoptado, y piensa que se ha vuelto loco; pero no piensa que ese estado mental haya sido producido por las palizas que su padre le da casi a diario, sino por leer mucho. Esa familia acepta que el maltrato es lo normal, y la cultura es perjudicial. Precisamente es Miles Hendon, el noble caído en desgracia que se hace amigo de Eduardo cuando éste adquiere la identidad de Tom, el único que atribuye la locura del pequeño "mendigo" a los malos tratos de su padre. De nuevo, aquí se muestra como aunque haya personas viviendo en la total desgracia, lo aceptan con total normalidad porque es lo único que conocen, como sucede con la madre de Tom Canty.            Pero aún hay otro ejemplo en la novela que supera este momento, por difícil que parezca. En el palacio del rey hay un niño llamado Humphrey Marlow, cuyo trabajo pasa por ser el niño de los azotes; esto es, cada vez que el príncipe se equivocaba en sus lecciones, los azotes y las reprimendas se las llevaba él. Tom se horroriza de que otro niño tenga que ser golpeado por culpa de sus equivocaciones, y como es obvio le ofrece la libertad, lo que aterra aún más al pobre Humphrey, porque ese "trabajo" es lo que le da de comer a toda su familia. Al estar la pobreza tan extendida, hasta el trabajo más humillante era más que bienvenido. Ya sabéis, eso de que "al menos tengo un trabajo".         Es precisamente este trabajo como "niño de los azotes" una de las críticas más mordaces que hace Twain contra la monarquía, algo que seguiré desarrollando en la próxima entrada, así como el mismo funcionamiento de la jerarquía de poder incluso dentro de las clases más bajas.               Todos los comentarios son bienvenidos.
Fuente de las imágenes:
http://sanbartolo.edu.co/subdominios/biblio/index.php?option=com_content&view=article&id=43:obras-de-mark-twain&catid=12:recomendados&Itemid=29
http://www.rinconabstracto.com/2011/03/diferencia-de-ser-pobre-ser-rico.html
http://piperlab.es/inseparables-comprar-quijote-junto/

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