Revista Cultura y Ocio

El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (II)

Publicado el 20 septiembre 2016 por Carmoran @ensayistica

El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (II)
             Había acabado mi entrada anterior hablando de Humphrey Marlow y de cómo, sin lugar a dudas, es el ejemplo más claro del abuso de poder sobre los ciudadanos, que lo aceptamos todo porque, al fin y al cabo, ya se sabe que el poder corrompe (sí, también aceptamos que poder y corrupción necesariamente tienen que ir de la mano). A lo que iba, Tom no entiende por qué tiene que haber un niño en la Corte que pague por sus errores porque eso no tiene el más mínimo sentido. Humphrey se lo explica así:          "Señor, la explicación es sencilla. Nadie puede poner las manos en la sagrada persona del Príncipe de Gales; por consiguiente, cuando él falta, me azotan a mí, y eso es lo justo y lo convenido, porque es mi oficio y mi manera de vivir".

               ¿Habéis mirado ya con atención la imagen que encabeza esta entrada? Bien, pues esa es la traducción de lo que dice "el niño de los castigos" a nuestra época. Cuando los poderosos meten la pata, los castigos van para la gente del pueblo llano, porque los que están por encima son intocables. Aquí todos somos Humphrey Marlow; o para modernizarlo un poco más, #JesuisHumphreyMarlow. Y bueno, no es por ser pesada, pero recordad que este libro es del siglo XIX; estamos en el siglo XXI y yo apenas noto diferencias en este aspecto.          La verdad es que Twain le pega un repaso impresionante a toda la institución monárquica, empezando por lo que él considera una inmensa falta de empatía por parte de la realeza hacia el pueblo al que gobierna. Y para muestra un botón. Cuando Eduardo VI abandona a la pandilla de vagabundos con la que estaba (hablaré de ellos más tarde), logra encontrar refugio en un pesebre propiedad de una familia muy humilde formada por una viuda y sus dos hijas. Eduardo empieza a contarles cosas sobre su vida en la Corte porque ellas son de las pocas personas que no le juzgan ni le toman por loco, pero en cuanto la madre empieza a hablar sobre la vida en el campo, de toda clase de industrias y profesiones para las personas como ella, de ganadería... el príncipe desconecta porque no le interesa el tema. O como Twain quiere que entendamos, a la monarquía no le interesa nuestra vida. Pero atención a lo que piensa Eduardo en cuanto la madre le pide que friegue los platos con los que le ha alimentado:              "Si Alfredo el Grande vigiló los pasteles, es posible que también hubiese fregado los platos. ¿Por qué no he de intentarlo yo?"

            No es que vaya a fregar los platos por agradecimiento al buen trato recibido o por interés en ayudar, sino porque quiere competir y compararse con otros reyes. ¿Se puede entender esto como una falta de empatía por parte de la monarquía? 

El príncipe y el mendigo: así se acepta el abuso de poder (II)

 Y ahora, vamos a hablar un poco más sobre las jerarquías de poder


          ¿Y qué hay de la clase más baja de la sociedad? Antes os he comentado que Eduardo se unió a una cuadrilla de vagabundos... ¡pero qué cuadrilla! ¿Veríais comprensible que, viviendo en sociedad, haya una parte de esa sociedad a la que no le importáis en absoluto, no os favorezca en nada, y aún así la defendáis? Pues los vagabundos hacen eso con la realeza. A pesar de que las leyes de la monarquía no les favorezcan a ellos en ningún sentido, el jefe de la cuadrilla llega a admitir que serán malos en cosas de poca monta (según ellos), pero que en ningún caso traicionarían a su rey. Vemos cómo se repite de nuevo la paradoja del esclavo feliz, pero parece ser que esta vez es algún tipo de patriotismo lo que les lleva a pensar de esa manera.          Aunque Twain enfocó esta obra para criticar a las clases poderosas, ni siquiera el sector más bajo de la sociedad se libra de ejercer también abuso de poder. Ya sabemos que el padre y la abuela de Tom ejercen la violencia contra él para someterlo, pero la cuadrilla de vagabundos llega a invadir una casa de labriegos atemorizando a la familia que en ella vivía, obligándoles a servirles toda la comida que tenían, acosando a las mujeres, y amenazando con quemar toda la casa si la familia se atrevía a denunciarles. Y siendo esta la clase más baja de la sociedad, la interpretación no puede ser otra: cualquiera que sienta que está en una posición de poder va a cometer abusos, independientemente de su estrato social. ¿Realmente la naturaleza humana es así de grotesca? Tomando en consideración esta pregunta y los últimos puntos analizados, creo que el mensaje final que podemos extraer es que el abuso de poder no distingue de clases, lo pueden ejercer tanto reyes como vagabundos, adultos y niños, policías y padres... Y la solución a esto no creo que pase por ser tú el que intentes ocupar esa posición de poder, sino comprender que ese abuso no es ni natural, ni normal, ni aceptable, por mucho que te obliguen a aceptar que en este mundo tiene que haber dominadores y dominados porque "es que es lo que hay".

Audiolibro: El príncipe y el mendigo, de Mark Twain



Trailer: El príncipe y el mendigo
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