Ni las peores previsiones hacían presagiar este bacatazo. Muchos somos los que desde hace tiempo deseamos que Italia encuentre una regeneración democrática que empiece por la caída de Il Cavaliere.
Pues parece que ha empezado, que se ve el final del túnel de indignidad y desvergüenza que ha impuesto este gobernante mafioso y canallesco. Porque en las elecciones municipales Silvio Berlusconi –que no perdía unas elecciones desde 2006-- ha caído mucho más de lo que se esperaba.
La derrota infligida en Milán y Nápoles –las ciudades más importantes— ha sido muy considerables. En Milán –que era considerada la cuna del berlusconismo y un feudo imposible para la
oposición-- ha perdido por doce puntos de diferencia y en Nápoles por treinta.
En el caso de Milán, la derecha berlusca aliada con la xenófoba Liga Norte, gobernaba desde hacía dieciocho años, lo que significa un fracaso muy singular. Milán es la capital económica de Italia, la primera ciudad en creación de riqueza y la segunda en población. Y más cuando Il Cavaliere ha presentado estos comicios como un plebiscito personal.
Berlusconi haciendo de tripas corazón ha encajado la clarísima derrota aunque naturalmente ha dicho que el no tiene la culpa y, mostrando quién es, ha soltado otra de las frases estúpidas que formarán parte de su ridícula biografía: “Los milaneses deben rezar a Dios para que no les pase algo malo".
Además de Milán y Nápoles, en la segunda vuelta de estas elecciones la derecha italiana ha perdido también Trieste y Cagliari. Y ya en la primera vuelta había perdido otras ciudades importantes como Turín y Bolonia.
Ya era hora de que este carcamal chabacano, machista y tramposo empezara a perder elecciones. Esperemos que siga esta terapia democrática y que, de derrota en derrota, llegue hasta la desaparición final esta forma de gobernar, que ha hecho de Italia el hazmerreír y la vergüenza de Europa. Parece que este país empieza a recobrarse la sensatez. Amén.
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