Revista Opinión

El “principismo” de Almagro y su ADN blando

Publicado el 08 abril 2017 por Santamambisa1

El “principismo” de Almagro y su ADN blando

Por: Carlos Fazio/Correo del Orinoco El 10 de junio de 2016, el expresidente uruguayo José Mujica hizo pública una carta que le enviara a Almagro el 18 de noviembre de 2015, donde le decía que los reiterados “hechos” le habían demostrado que se había equivocado al apoyarlo en su candidatura a la OEA, y que frente a “tus silencios” sobre Haití, Guatemala y Paraguay, “entiendo que sin decírmelo, me dijiste ‘adiós’”. Mujica ponía el acento en que había que servir como “puente” entre todos los venezolanos. “Venezuela nos necesita como albañiles y no como jueces”, le dijo a Almagro. Y le advirtió que otra alternativa a la autodeterminación podría tener “fines trágicos” para la democracia real venezolana. Culminaba su misiva señalando: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”. Sobre ese diferendo con Pepe Mujica, Almagro ha guardado silencio. Elípticamente ha dicho que ha sido “coherente” y que no ha cambiado sus posiciones “ni medio milímetro”. Durante años militó en el Partido Nacional (o Blanco), y en 1999 se sumó al Movimiento de Participación Popular, el frente de masas de los tupamaros a la salida de la dictadura militar, donde se fue acercando a las posiciones mujiquistas. No obstante, en su ADN político Almagro nunca dejó de ser “blanco”. Y tras su llegada a la OEA se ha refugiado en el “nacionalismo principista”, “liberal”, y en el “respeto a las leyes” para reforzar la “democracia”. El mismo “principismo” y “respeto” a las leyes que en enero de 1962 llevaron a los dirigentes del gubernamental Partido Nacional, Benito Nardone y Eduardo Víctor Haedo, a vender el voto de Uruguay al entonces secretario de Estado estadunidense, Dean Rusk, para expulsar a Cuba del organismo. Entonces, como ahora, Estados Unidos sólo aceptaba la obediencia ciega de los presidentes de los países del área. Con la zanahoria de los recursos de la Alianza para el Progreso de la administración Kennedy, en la conferencia de San Rafael, en Punta del Este, Uruguay, tras varios meses de poner en cuarentena al gobierno de Fidel Castro, Washington logró expulsar a Cuba de la OEA con los mismos medios de persuasión que en el presente: con espionaje, amenazas, sobornos y chantajes. El voto de Haití, bajo la dictadura de Duvalier, costó 15 millones de dólares y un hospital. Y a última hora, después de reunirse con los consejeros del Partido Nacional, Haedo y Nardone, y negociar préstamos y modalidades, mister Rusk consiguió el voto decisivo. Como señaló la prensa de entonces, “el gobierno uruguayo vendió el voto del país a cambio de un puñado de dólares en un año electoral” (Diario Acción, 31 de enero de 1962).
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