Revista Diario

El problema de compartir horarios

Por Una Mamá (contra) Corriente @Mama_c_corrient
El problema de compartir horarios
Si me preguntaran cuál es, ahora mismo, la mayor dificultad que encuentro en mi día a día con el niño elegiría el tener que compartir todos los horarios.
Hasta noviembre, más o menos, el niño estaba durmiendo, en su cuna, a las 20.30h como muy tarde y no se despertaba prácticamente nunca. Esto me daba a mi un montón de margen para hacer nuestra cena, la comida del día siguiente, recoger un poco, ocuparme de mi misma, sentarme en el ordenador... Incluso algunas mañanas conseguía levantarme antes que el (difícil porque madrugaba mucho en esa época) y desayunar tranquilamente, leer los blogs, dejar puesta una lavadora o doblar algo de ropa. Lo mismo en la siesta, le dejaba en su cuna y sabía que tenía al menos una horita y media para comer, recoger, limpiar lo que fuera oportuno o simplemente sentarme a descansar.
La situación actual es bien distinta.
Por las mañanas no puedo ni darme la vuelta en la cama porque cualquier crujido de sábanas es suficiente para despertarle. Es imposible levantarme de la cama sin que él se despierte también así que muchas mañanas intento permanecer inmóvil para que siga durmiendo, aunque esté deseando levantarme y ponerme a hacer cosas. Porque si se despierta temprano sin haber descansado lo suficiente entonces ya se que tendremos una mañana espantosa y eso no es bueno para ninguno de los dos. Y porque estando él despierto ya se que es prácticamente imposible hacer nada, así que no me merece la pena madrugar. Ahí me quedo con mis pensamientos o, directamente, me vuelvo a dormir hasta que él se despierte por sí solo.
Para que se duerma la siesta nos tenemos que tumbar también los dos juntos en la cama. Normalmente hago esfuerzos por no dormirme yo también, algo muy complicado porque con las mañanas tan intensas que tenemos estoy que me caigo. Muchas tardes sucumbo y me duermo un rato, aunque ahí si tengo la suerte de que normalmente puedo levantarme sin que se despierte. Pero como está en nuestra cama, tengo que dejarle rodeado de almohadas y aún así me voy sufriendo por si se cae. Igualmente no puedo hacer nada en la casa que suponga hacer ruido (nada de sacar el lavavajillas, por ejemplo) y además estoy todo el rato yendo a ver cómo está. Sea como sea, a los 20-30 minutos de haberme ido de su lado suele darse cuenta de que me he ido y me reclama, por lo que me toca volver y repetir la operación.
Por las noches, para que se duerma, le acostamos en nuestra cama y yo me quedo a su lado, viendo la tele, hasta que se duerme. La hora media de dormir son las 22.30h. A esa hora tengo que elegir entre quedarme con él o rodearle de nuevo de almohadas y ponerme a hacer algo... con toda la pereza que da esa hora y con el mismo problema de la siesta y de la mañana (no poder hacer ruido, estar pendiente de que no se caiga...)
En fin, que el tiempo que pasa durmiendo es tiempo que yo apenas puedo emplear en nada y el tiempo que pasa despierto se lo dedico exclusivamente a él, no sólo porque así lo quiero, sino porque le llevo pegadito a mi como si tuviéramos un velcro.
Me resulta complicado porque mi escaso rato de ocio diario se lo dedico a las poquísimas tareas de la casa a las que me da tiempo (y me quedan ganas) e incluso me cuesta trabajo encontrar hueco para escribir el blog, contestar los comentarios, todas las lecturas que tengo pendientes... Esa sensación de ir siempre arrastrando tareas pendientes me estresa un poco, quizá porque he sido siempre tan ordenada, tan controladora, tan meticulosa...
A pesar de todo, creo que esta fase en la que estamos es de las mejores que hemos tenido, además de que está para comérselo, cada día más. Y como estoy positiva total, lo bueno de estos horarios es que me puedo permitir hacer una siesta y gracias a eso por las noches me estoy acostando tardísimo (haciendo tareas silenciosas, ¡eso sí!).

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