Un año después de abandonar Bohemia se encontraba casualmente en París, precisamente en el aniversario de la invasión rusa. Se celebraba una manifestación de protesta y no fue capaz de resistir la tentación de participar. Los jóvenes franceses levantaban el puño y gritaban consignas contra el imperialismo soviético. Aquellas consignas le gustaban, pero de pronto comprobó con sorpresa que era incapaz de gritar a coro con los demás. No aguantó en la manifestación más que unos pocos minutos. Les confió su experiencia a sus amigos franceses. Se extrañaron: «¿Es que no quieres luchar contra la ocupación de tu país?». Tenía ganas de decirles que detrás del comunismo, del fascismo, de todas las ocupaciones y las invasiones, se esconde un mal básico y general; para ella la imagen de ese mal es una manifestación de personas que marchan, levantan los brazos y gritan al unísono las mismas sílabas. Pero sabía que no sería capaz de explicárselo. Perpleja, cambió el tema de la conversación.
Milan Kundera, 1984La insoportable levedad del ser.