La relación entre lenguaje y realidad constituye el elemento esencial de los universales que en el siglo XII fue ampliamente debatida. ¿A que se refiere el problema de los universales? Básicamente se refiere al fundamento de conceptos universales (así pensemos en los términos “hombre”, “animal”, etc). Por ello se trata de un problema concerniente a la determinación de la relación entre ideas, expresadas a través de términos lingüísticos, y las realidades extramentales correspondientes. Es el problema de la relación entre las voces y las res, entre las palabras y las cosas, entre el pensamiento y el ser. Por lo tanto, el problema afecta al fundamento y a la validez del conocimiento. Por lo tanto, los universales ¿son como las ideas platónicas, esencias que existen por si mismas, separadas de los individuos concretos en los que se realizan, como modelos con respecto a sus múltiples copias? ¿O bien son como pensaba Aristóteles, que propugnaba que dichas esencias sólo residen en los individuos concretos, y es nuestra mente la que las extrae de forma ideal, gracias a una operación de abstraccción? Estos universales ¿sólo existen en la mente de quien los concibe? Las soluciones a dichas preguntas han sido diversas. Veremos algunas de ellas.
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Solución realista. Según esta tesis, los universales son entidades metafísicas subsistentes. El defensor a ultranza de dicha idea fue Guillermo de Champeaux (1070-1121). Para él existía una adecuación entre los conceptos universales y la realidad. En el fondo de todo ello subyace la teoría platónica. Ponía de manifiesto que la gramática, la retórica o la lógica no se limitaban a tener un valor meramente lingüístico-formal. Abelardo rechazó de plano dicha identificación ya que si los universales son reales en sí mismos y también están presentes de manera esencial en cada uno de los individuos, entonces éstos no difieren entre sí en esencia para nada, sino sólo por la variedad de accidentes que posean.
Solución nominalista. La tesis contraria al realismo exagerado de Guillermo es el nominalismo de Roscelino de Compiègne (1050-1120). Para él, los universales no tienen ningún valor, ni semántico ni de predicado, y no pueden referirse a ninguna cosa, porque todas las cosas que existen son individuales o separadas y no existe nada más allá de la individualidad. Esta es una postura escéptica ya que anula determinados instrumentos del conocimiento humano, convirtiendo a éste en pura actividad analítica de hechos concretos e individuales, incapaz de elevarse hasta cuestiones de carácter general.
La solución del realismo moderado. Si los realistas colocaron el problema de los universales en un terreno estrictamente metafísico, ontologizando los universales, los nominalistas, en radical oposición a ellos, pusieron en crisis el valor significante de los terminos universales. Ahora bien, ambas teorías han sufrido fuertes críticas ya que si el universal no es una res ni tampoco una mera vox ¿qué es en realidad un universal? Es un concepto o razonamiento mental que surge a través de un proceso de abstracción y que “genera la intelección de las cosas, a las que ha sido vinculado por convención humana, con la función de significar el status común a una pluralidad de sujetos. De esta manera los universales dejan de ser intellectus cassi, conceptos vanos o falsos, de acuerdo con la tesis nominalista de Roscelino, y se convierten en categorías lógico-lingüísticas válidas, que sirven de intermediario entre el mundo del pensamiento y del ser”(A. Crocco).