A mi entender, el bajón de Lionel Messi en los partidos de "knock-out" del Mundial 2014 no pasa por lo anímico, lo futbolístico ni lo físico, sino por lo mental. Su padre ya había dado algún indicio en ese sentido, al admitir que sus vómitos tienen que ver con "el estrés". Y no debe perderse de vista que a los 8 años el rosarino fue diagnosticado con el Síndrome de Asperger, definido como "un conjunto de problemas mentales y conductuales que forma parte de los trastornos del espectro autista".
Lo innegable salvo que uno vea una realidad paralela es que en la fase de grupos Messi fue un jugador, y en los partidos contra Suiza, Bélgica, Holanda y Alemania otro bien distinto. O sea, objetivamente en los partidos decisivos su nivel decayó, como si la responsabilidad lo abrumara. ¿No será la solución entonces quizás sacarle un poco de peso a esa mochila que lleva encima, y no meter cambios exclusivamente para que él rinda como si fuera lo único que puede hacer ganar al equipo?
Claramente eso fue lo que pasó con Alemania: Sabella confió más en Messi que en el equipo, y por eso metió cambios que tal vez -tal vez- eran lo mejor para que Messi rindiera, pero con los que no sólo no logró levantar su producción sino que, por un lado (léase ingreso de Agüero), claramente atentó contra el buen rendimiento que el equipo había tenido en el primer tiempo al privarlo del que había sido el mejor jugador de esos 45 minutos (Lavezzi), y por otra parte (ingreso de Gago) generó un desbalance defensivo dejando muy descuidada la punta por la que llega el gol alemán.
O sea que por confiar más en Messi que en el equipo se sacrifica al equipo para que rinda Messi, sin que Messi justifique en ningún momento de la final -ni de los tres partidos anteriores- ese sacrificio. Repito entonces: ¿no será la hora de tratarlo como a un ser humano, que puede tener sus momentos brillantes y otros no tan buenos, o de apostar a un equipo antes que a un genio que nos salve?
En el caso de los alemanes, estoy seguro de que jamás siquiera se harían esta pregunta: por idiosincrasia y tradición apuestan a lo colectivo, aún cuando no les han faltado luminarias futbolísticas precisamente. En la Argentina, en cambio, eso de esperar un salvador prácticamente está en nuestro ADN. Y el fútbol, se quiera o no, es un juego colectivo. Como demostró muy bien el Barcelona de Guardiola, donde Messi exhibió su mejor versión acaso justamente porque nadie le pidió nunca que salve nada sino sólo que hiciera lo suyo acoplándose -y sumiéndose- a un plan colectivo bien claro en el que el ataque es una consecuencia natural del juego, y no de la inspiración individual de un genio.