Activismo rupturista
En 1977, la editorial Bruguera iniciaba la colección de “Novela Negra – Libro Amigo”, en la que publicaría a los mejores autores norteamericanos del género. En ese contexto social, mientras España daba forma a su democracia, la lectura de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Ross Macdonald o Chester Himes se convertía en una forma de expresar la libertad. Y estas lecturas calaron hasta tal punto en nuestro país, que toda una generación de jóvenes escritores decidió tomar el testigo, adaptando a la realidad española del momento los rasgos distintivos de esta forma de hacer literatura. Autores como Andreu Martín, Juan Madrid o Julián Ibáñez empezaban a dar sus primeros pasos, haciendo de la crítica social y el realismo descarnado sus principales banderas.Siempre es grato recordar a esta nómina de escritores, especialistas de la novela negra, que poco a poco han ido superando el mero mimetismo hacia los autores que admiraban, para otorgar una respuesta netamente mediterránea a la novela negra. Pero no menos importantes son las contribuciones de otros autores que, lejos de dedicarse en exclusividad al género, se han aproximado ocasionalmente al mismo, desde diversos enfoques, desde otras posturas literarias o ideológicas, a menudo ofreciendo obras deliciosamente heterodoxas. Es el caso de Jaume Fuster y su novela El procedimiento. Esta obra sería publicada en catalán en 1980 y posteriormente, en 1985, traducida al castellano. Recordemos otras obras de Fuster igualmente meritorias como Tarde, sesión continua.
tiempo fragmentado, muerte como punto cardinal
Jaume Fuster (1945-1998) se interesó a lo largo de su carrera por diversas temáticas (la novela negra, la mitología, el ensayo político, el estudio del impacto de los medios de comunicación), desarrolló un brillante trabajo como traductor, colaboró asiduamente en la prensa catalana y además ejerció como guionista de cine y televisión. Nuestro autor pertenecía a la llamada “Generación literaria de los setenta”, una generación marcada por su activismo rupturista.
El argumento de El procedimiento podría resultar convencional, incluso rutinario para cualquier aficionado a la novela negra. Enric Vidal es un buscavidas. Conoce un par de idiomas y sabe desenvolverse en casi cualquier ambiente. Y le gusta el dinero como pocas cosas. Por eso no lo dudará cuando le ofrezcan un asunto que no termina de oler bien. Todo se complica cuando el hombre que lo ha contratado aparece muerto y él se convierte en fugitivo… por ser el principal sospechoso. Llegado a este punto empieza una guerra sin cuartel contra el acaudalado hombre de negocios Jaume Romagosa, que tiene excelentes relaciones con los más poderosos.
Y decíamos que el argumento y sus implicaciones –arrojar luz sobre asuntos oscuros, ir tirando del hilo para desenmascarar las relaciones de poder, comprobar cuán lejos llega la senda de la corrupción- no aportan esencialmente nada nuevo al género. Sin embargo, Jaume Fuster sabe llevarse el gato al agua, empleando la trama del falso culpable como materia prima para un prodigioso ejercicio de estilo, en el cual se amalgaman diversas técnicas narrativas, convirtiendo El procedimiento en un irresistible rompecabezas, un reto a la inteligencia del lector, que se ve literalmente sorprendido a cada página ante la riqueza estilística del autor.
Al igual que en las viejas novelas de Agatha Christie, lo primero que encontraremos es un dramatis personae escrito en tono burlesco. La novela se estructura en los tres actos tradicionales de planteamiento, nudo y desenlace, pero Jaume Fuster se guarda algunos ases en la manga. En primer lugar, se guarda el tiempo, que manipulará a su antojo rompiendo la linealidad, fragmentando la historia en breves secuencias que nos llevan adelante y atrás, siempre con la muerte como punto cardinal.
Y el principal as en la manga de Jaume Fuster es la habilidad para jugar con diversas voces narrativas, convirtiendo una historia aparentemente lineal en un juego caleidoscópico. Como mandan los cánones del género, será el propio protagonista con su voz descreída y cínica quien nos cuente en primera persona lo que sucedió, lo que está sucediendo y lo que sucederá. Pero sorprendentemente, en el segundo acto, cuando las amenazas empiezan a asfixiar al antihéroe, encontramos un narrador en segunda persona, acaso un desdoblamiento de su propia conciencia que se habla a sí misma, que empuja al personaje a completar el descenso a los infiernos de la corrupción. No faltan tampoco momentos más distanciados, en los que un narrador en tercera persona complementa sin implicarse demasiado los avatares del atribulado falso culpable.
Sin duda alguna, con El procedimiento tenemos una obra chispeante, rica en sugerencias, inteligente, que nos envuelve y fascina no ya por lo que está contando, sino por la habilidad con que nos lo cuenta. Y como decíamos al principio de estas líneas, quizás gran parte del encanto de esta obra se deba a su eclecticismo, al hecho de que su autor sea un simple merodeador antes que un especialista del género, que enriquece de esta manera los caminos del género negro con su abultada experiencia literaria y cultural. Y Jaume Fuster hace todo eso, además mostrándonos su visión de las deshumanizadas sociedades capitalistas, donde la mano de obra es otro recurso que se compra y se vende, donde los obreros son poco más que piezas de recambio. Donde, al fin y al cabo, todos tenemos un precio porque, aún a nuestro pesar, estamos a la venta, esperando a que los magnates pujen.
Jaume Fuster, 1980
Edición comentada:Planeta, 1985
Compra onlineDavid G. Panadero