Revista Opinión

El Proceso

Publicado el 29 enero 2011 por Cronicasbarbaras

A Josef K. lo despertaron para anunciarle que estaba sometido a un proceso del que no le explicaron los motivos. Luego lo acosaron, torturaron su mente y lo asesinaron sin que llegara a saber qué pasaba.

Antes de ese final llegó a pensar que lo procesaban tres cirujanos que le habían salvado y mejorado su vida. Dedujo que lo denunciaron por no pagarles hasta morir cada minuto de supervivencia tras su milagrosa actuación.

 Deben tener derechos de autor vitalicios sobre mí, se dijo Josef K. Uno era el doctor que le había reparado el corazón tras un terrible infarto, otro el que le curó el cáncer de vejiga, y otro, quien le operó la columna tras un accidente y evitó que quedara tetrapléjico.

Razonaba Josef K. que si le debía su existencia a estos médicos era lógico que les abonara un porcentaje de lo que obtenía cada día de trabajo: toda persona salvada por un médico debería entregarle una parte de su salario hasta su muerte.

Llegó a pensar que habría sido mejor que sus médicos lo hubieran dejado extinguirse. Aún sin saber si eran ellos o no los denunciantes, decidió pagarles su salario de sangre, la libra de carne de Shilock.

Pero, razonando, supo que no podían ser ellos, grandes humanistas entregados a salvar pacientes. Porque se daban por satisfechos curando enfermos y cobrando un solo acto médico.

Unos instantes antes de que lo asesinaran --Kafka no quiso descubrirlo en El Proceso--, supo que sus perseguidores eran la SGAE, otras oscuras sociedades seguidoras de la ley Sinde y el Gobierno.

Se había bajado unas creaciones de internet compuestas en tiempo muy limitado. Sus autores exigían cobrar por ellas durante muchas décadas. Unos minutos de trabajo, y a vivir vagueando.

----------

Un antiguo dibujo de SALAS me sirve para retratar al inocente Josef K. una vez ejecutado.

Angel-Marilyn Salas
 


Volver a la Portada de Logo Paperblog