Documentarse es: días, meses y en ocasiones hasta años de trabajo,
que posteriormente puede pasar desapercibido por el lector.
La novela negra no es la hermana menor de cualquier otro género literario. Entre sus adeptos y lectores existen profesionales de todos los sectores. No son pocos los policías que leen novela negra o policiaca, también abogados, etc. Por lo que si en nuestra trama emergen incoherencias, protocolos erróneos o normativa equivocada lo más lógico es que cierren nuestra novela. Casi que les expulsamos de la historia. Sucede igualmente con cualquier otra temática que introduzcamos.
Como ejemplo pondré mi última novela “El caso de la Pensión Padrón”. Un suceso bastante negro ocurrido en Tenerife. Previamente a su escritura, durante casi dos años me documenté, junto con la coautora del libro Ana Joyanes, sobre el caso. Asistimos muchos días al juicio que originó el caso, paseé por la zona y los escenarios donde aconteció el suceso, rebusqué en las hemerotecas digitales de la prensa local, me entrevisté con personas cercanas al suceso, aprendí sobre los acordeones, un instrumento que jamás había tenido en mis manos… y aún así, una vez concluida la novela, existían errores imperdonables. Afortunadamente el manuscrito, antes de su impresión, pasó por diferentes ojos expertos. La leyó un amigo abogado que nos apuntó diferentes errores en los procesos judiciales, sobre el funcionamiento de las denuncias, de los juzgados, etc. Pasó también por los ojos de otro amigo policía, que nos dio bastante caña sobre los protocolos policiales, sobre sus actuaciones y sus rangos… Y conté con la ayuda de la coautora, médico de profesión, que me corregía sobre lesiones, partes médicos, enfermedades y sobre todo de como se mueve un hospital por dentro.
El género negro sigue ganando adeptos
Creo que la novela negra y policial goza actualmente mucha salud, cada día tiene más lectores y más calidad gracias a nuevos escritores emergentes que entienden que ya no solo valen los cuatro clichés básicos del género: detective fracasado, una femme fatale, diálogos agresivos y uno o varios muertos para tener una novela. Vivimos tiempos de lectores exigentes. Como ejemplo diré que hasta me han llegado a criticar un párrafo en el que escribí que el próximo tranvía llegaría en 4.30 minutos, apuntándome que las pantallas que informan de la llegada de estos transportes no indican fracciones de minutos. Nada escapa al inquisidor ojo del lector.
Otra cosa es que desde el principio de tu novela marques las reglas del juego. Si edifico mi propio escenario, un tiempo indefinido e impongo las reglas del juego y digo que los coches vuelan y que los policías pueden entrar en cualquier casa sin orden judicial o que no existen protocolos, ni justicia… el lector posiblemente me lo comprará. Sucede con otros géneros, por ejemplo con el fantástico o el de superhéroes, donde las personas vuelan o tienen superpoderes. Pero tiene que estar bien logrado y no introducirlo a mitad de la novela o por ignorancia.
Creo que todos los escritores debemos contribuir a que la novela negra o policial tenga la misma consideración literaria que cualquier otro género. Se puede hacer literatura de altura con disparos y sangre. Pero para ello es imprescindible no solo nuestro talento e imaginación, también el no subestimar el trabajo de documentación antes de embarcarnos en nuestra escritura.
Hasta el próximoEditorial del domingo.
Artículo: Francisco Concepción