Revista Opinión
El proceso de secesión: (I). No es democrático
Publicado el 08 febrero 2021 por Manuhermon @manuhermonEL PROCESO DE SECESIÓN. NO ES DEMOCRÁTICOINTRODUCCIÓN
''En una democracia se trata de ser solidario con todos tus conciudadanos. Aceptas a todos sin atender a sus orígenes, su idioma o su religión. Y el secesionismo es lo contrario. Con el secesionismo eliges a quiénes quieres mantener como conciudadanos y a quiénes quieres convertir en extranjeros…'' Stéphane Dion impulsor de la Ley de Claridad en Canadá.
La democracia está desapareciendo de los alrededores del independentismo. No es democrático pretender derechos para unos pocos dejando tirados al resto, y de eso se trata cuando se intenta la secesión. Una separación de Cataluña del resto de España comportaría inmediatamente la salida de la Unión Europea, lo cual supondría privar de los derechos europeos a más de la mitad de la población catalana. Por descontado una autodeterminación de Cataluña y su inmediata puesta en marcha de fronteras, no solo físicas, implicaría despojar de los derechos en cuanto españoles de la mitad de los catalanes. Les aseguro, por todo lo que llevamos visto, que los derechos en cuanto españoles, son muy superiores a los que tendrían en cuanto solo catalanes.
Supongamos que la lucha por lograr el divorcio, como derecho democrático, hubiera supuesto la obligación de divorciarse para toda la población, y además obligarlo a fecha determinada, de tal manera que el derecho a divorciarse para algunos, supondría para otros quitarles derechos a no hacerlo, al menos en ese momento. Imaginen lo absurdo de una parte que obligue al conjunto a aceptar como derechos exclusivamente sus preferencias identitarias, a fecha precisa y concreta. Así es como funciona el independentismo, pretender lograr un derecho para algunos, arrebatándoles otros derechos a la mitad de la población, derechos hoy recogidos en la Constitución y en la legislación europea.
Hasta tiempos recientes la lucha por incorporar nuevos derechos democráticos no ponía en cuestión derechos anteriores de las personas que los tuvieren y no pretendieran ejercer los nuevos derechos. En democracia era compatible un derecho nuevo para algunos, con el mantenimiento del derecho a no obligar para otros conjuntos. El ejemplo del divorcio es claro, como lo es la despenalización del aborto en determinadas condiciones, lo cual no obliga a toda la población a abortar. Así ocurre también con el derecho a casarse entre personas del mismo sexo o en general los derechos de colectivos LGTB. En ningún caso los nuevos derechos suponen obligación de practicarlos por los ciudadanos que tuvieran otras identidades.
En el caso de las actuaciones nacionalistas, independentistas, nos encontramos en una situación anormalmente antidemocrática aunque es abrazada por apoyos muy diversos, algunos entre los cuales hay sectores de izquierdas que olvidaron la universalidad de los derechos en unidad de libertad, igualdad y fraternidad o solidaridad. Los derechos universales que puso en marcha la Revolución Francesa apartaron, dejaron a un lado los derechos de antigüedad y linajes, por nacer de una familia con determinados apellidos no tendría por qué tener mayores derechos, lo cual se olvidó hace tiempo en Cataluña. La secesión obliga a todos, quieran o no a tener la misma historia asumida, las mismas preferencias, mismo idioma, o de lo contrario ser considerados traidores, y por tanto relegados y/o apartados del conjunto social.
Los derechos universales, iguales para todos, hace tiempo que están aumentando solo para los indepes a costa de disminuir para los catalanes no indepes. Los nacidos en Cataluña, ellos los consideran catalanes de primera o de segunda, en razón a su lucha por la independencia, por su linaje, dependiendo de sus apellidos, en función del uso del idioma catalán, mejor si es exclusivo. Igual les dará que todos hayan nacido en Cataluña y que todos paguen impuestos, igual dará que todos estén amparados y sometidos a iguales leyes generales y derechos constitucionales y europeos, los mejores puestos de mando, de decisión y representación social encontrarán una primera criba en linaje, apellidos e idioma.
Por ejemplo, si miramos en el Parlament comprobaremos que los representantes son cerca de un 80% catalanohablantes, mientras que en la sociedad son solamente un 37%. Aunque la mayoría de los apellidos en Cataluña sean similares a los clásicos de toda España, ‘’hemos constatado que un grupo de familias con apellidos que sólo están presentes en el 13% de la población catalana copan el 40% de todos los cargos políticos catalanes’’ además hay un 71% hombres y 29% mujeres, en ‘Radiografía de la clase política catalana’, estudio realizado por Convivencia Cívica Catalana sobre 13.456 cargos políticos catalanes. Existe una clara sobre-representación que muestra la otra cara de la misma moneda, represión a los castellanohablantes que son el 48%. Esto es parecido a lo que ocurría con los derechos del antiguo régimen, aquí asumidos por el independentismo.
Aunque el uso del idioma se defendió en el pasado con el argumento del derecho internacional a usar la lengua materna, desde hace años, el idioma común mayoritario entre la población catalana, procedente de lengua materna es el castellano, que ahora se persigue y reprime. El doble rasero se aplica, antes valía el argumento, pero ahora para aplicarlo en general ya no vale porque perjudica la dominación. Al repasar cifras de las élites catalanas en cualquier lugar de poder político, encontramos una enorme desproporción entre las categorías mayoritarias en la sociedad y sus representantes.
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