Revista Cultura y Ocio
Después de pasar por la Universidad y ser tanto alumno como profesor la perspectiva cambia. Al menos así le ocurrió a Fernando G. Valderrama, arquitecto, que imparte clases de informática gráfica, gestión y economía de la construcción, y autor de “Profesor el que lo lea” (Editorial Sepha) porque observó que hay muchos estudios sobre el alumnado en cuanto a motivaciones o perfiles pero muy pocos sobre la clase docente.
Porque el alumno no nació siendo así. Lo es durante un tiempo y a horas determinadas, el resto es persona. Igual le ocurre al profesor del que dice que aprendería mucho si cuando adopta el papel de alumno se metiera realmente en esa piel.
Así, en su ensayo hace un recorrido por la malas prácticas que en más de una ocasión se reducen a una repetición mecánica de tics o una falta de motivación. Para Valderrama un buen profesor tiene que tener pasión por la enseñanza y ser puntual, que no se reduce exclusivamente a llegar a tiempo sino a “cumplir con el programa prometido, corregir y poner las notas cuando se ha comprometido o salir a su hora”, asegura.
Habla también de lo positivo que es la empatía tanto de alumno a profesor como viceversa, de las formas de impartir una clase que pueden convertirse en un martirio o en una experiencia a recordar. Y no podía dejar pasar un libro así el polémico Plan Bolonia que está llamado a revolucionar la vida universitaria desde sus cimientos del que opina que saldrán dos tipos de centros universitarios: aquellos en los que sea grato aprender y otros que cambiarán para que no cambie nada.