Como cada día y siguiendo su rutina, sale a caminar durante una hora, tal como le aconsejó su médico. Desde hace varios años su corazón, que ejerce de “cobrador del frac”, le pasa la factura de todos aquellos años de excesos, donde la buena mesa, el alcohol, el tabaco y también las mujeres, fueron sus mejores aliados en sus infinitas juergas.
Cada día pasaba por una urbanización donde las casas son como cromos repetidos, adosados, los llaman. Todas eran iguales, excepto una, donde vive ella.
Su saludo amable y la sonrisa que le dispensa cuando lo ve, le hace pensar en positivo. Ese pensamiento le hace erguirse un poco más, aunque su crujiente columna desde lo más profundo de su carcasa, le grite que esto es lo que hay y no da para más, pero él no se resigna y camina con paso garboso devolviéndole el saludo y también una sonrisa a boca cerrada, para que no se noten las ausencias.
Una vez pasada la zona de exhibición su cuerpo vuelve a su estado natural, es decir” petado”, y en su cabeza vuelve a aparecer el propósito de cada día: “mañana se lo pediré” y es que sus 75 años no deben ser obstáculo para volver a ser feliz.
Texto: Gloria Santana González