Enero. Tiempo de propósitos.
Bueno, estamos a día 9. Seguramente más de uno ya se ha dejado unos cuantos por el camino.
Yo propongo uno. El más duro, el más complicado, el que estoy convencido que prácticamente nadie es capaz de conseguir.
En fin, el propósito más difícil de hacer a propósito.
La cultura de la lucha, el rechazo y la intervención
Desde luego, el cambio tan radical que ha sufrido nuestro contexto en los últimos tiempos tiene mucho que ver con esto.
Tenemos un cerebro primero reptil, luego mamífero, y finalmente humano, que ha evolucionado durante millones de años en un entorno de incertidumbre y escasez. El producto de nuestra biografía, la última evolución, la más racional y superficial, es un monstruo enfermo de neurosis y perfeccionismo que, dadas las condiciones de certeza y abundancia actuales, de lo único que se encarga es de buscar fallos, imperfecciones, presentes –si las hay– y futuras –imaginándolas.
Y aquí estamos, en un mundo y con una vida privilegiada, llena de lujos y sobrada de recursos, luchando cada día –cómo gusta esto a la mente que sufre–, rechazando “lo que hay”, adictos a la idea de cambiar.
La realidad –al menos tal como la veo cuando estoy sereno– es que todo va muy pero que muy bien o, como mínimo, mejor que nunca.
En cambio, el nuevo año representa el pistoletazo de salida para rechazarnos e inventar nuevos –y viejos– problemas. Los propósitos son infinitos:
· Dejar de fumar.
· Perder unos kilos.
· Ser más productivo.
· Hacer más ejercicio.
· Ganar más dinero.
· Generar más tráfico en mi web.
· Mudarme a una casa en la naturaleza.
· Conseguir más seguidores en las redes sociales.
· Encontrar pareja.
· Cambiar de trabajo.
Al final, parece que el verdadero propósito, sea como sea, es no acabar nunca de estar contentos, satisfechos; siempre estar en contra de la realidad.
El propósito más difícil
Ahí va el reto, a ver quién se atreve…
Y no es para el 2015 entero, sino sólo para la primera mitad, unos seis meses. Así uno puede tener la tranquilidad de que, si no va bien, todavía le quedarán otros seis para hacer cientos de cambios.
¿Qué te parece si, desde ahora hasta julio, te levantas todos los días con el único propósito de aceptar las cosas tal y como son y no intentar cambiar nada? No hay propósitos, no hay objetivos, no hay cambios. Nada. Sólo observas, conoces y aceptas.
Nada más pensarlo da miedo, ¿verdad? Y esa vocecita que suele llevar las riendas de tu vida ya se está inventando mil excusas para no hacerlo, para rechazar la idea, resistiéndose al cambio hacia el no-cambio. “Si podemos hacer las cosas mejor, ¿por qué vamos a perder el tiempo seis meses?”. “¿No se trata de eso? ¿De mejorar como personas? ¿De mejorar el mundo?”.
La satisfacción de la aceptación
Pienso, luego sufro. Eso defiende Giorgio Nardone. Y no puedo estar más de acuerdo. La función principal del pensamiento es encontrar o inventar insatisfacciones, para luego tratar de arreglarlas o prevenirlas.
Por eso si piensas en aceptar, jamás podrás aceptar.
Tal vez deberíamos recordar que no sólo somos pensamiento, aunque estemos muy acostumbrados a identificarnos con él.
Es entonces cuando te sientas, generas espacio, respiras y observas, sin juzgar ni intervenir.
Ya no es sólo lo que piensas, sino lo que sientes.
Y tus sensaciones te informan de algo maravilloso de lo que no sueles darte cuenta.
Todo está bien. No hay nada que rechazar. No corres ningún peligro. No te falta de nada. No necesitas sufrir. No hay nada que temer.
Y te sientes satisfecho.
(Pistas extra)
No quiero alargarlo más, porque la experiencia me dice que a partir de las 500 palabras empiezo a aburrirte y comienzas a leer en diagonal. Así que aquí van algunas pistas extra:
· Aceptar no es resignarse.
· No-cambiar no quiere decir no cambiar. Más bien cambiar sin cambiar. El cambio es inevitable.
· Insisto. No-hacer no quiere decir no hacer. Más bien hacer sin hacer. Hacer es inevitable.
· Que dejes de tener miedo, rechazar, enfrentarte o huir no implica que no puedas amar, aceptar, afrontar y dirigirte hacia.
· Como siempre, la teoría es muy bonita y se resume en estas pocas palabras. La práctica es otra cosa. Si un sólo minuto es difícil, imagínate seis meses…
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