Revista Cultura y Ocio

El protocolo del amor, san valentín y el príncipe azul (ese h.d.p.)

Publicado el 10 febrero 2012 por Eyg
En estas vísperas del manido Día de los Enamorados, cae en mis manos un librito muy curioso:
"TALISMÁN DEL AMOR, ARTE PRÁCTICO DE HACERSE INTERESANTE AL BELLO SEXO". 
Naturalmente, escrito por un hombre (Francisco J. Orellana) para otros hombres.
El librito recoge extensos pero prácticos consejos para el cortejo, y se prologa con una dedicatoria de tintes románticos:
EL PROTOCOLO DEL AMOR, SAN VALENTÍN Y EL PRÍNCIPE AZUL (ESE H.D.P.)
Este libro se ha escrito para la juventud que ahora nace, para la que tiene el corazón poblado de flores y el alma llena de fé. No sirve para la juventud gastada, que confunde el amor con la sensualidad, el aroma de la rosa con el del aceite que mancha: esta juventud debe estar prendada de su saber y no necesita consejos.
El Talismán ordena el cortejo en varias fases:
1. Preámbulo: Teoría del amor.
2. Plan general de conducta.
3. Primer período. Días de amor.
4. Segundo período. Relaciones de amor: Declaraciones, protestas, súplicas, quejas, desdenes, insinuaciones, serenatas, el tuteo, amor contrariado.
5. Tercer período. Mutua correspondencia: Mimos, ausencia, despedidas.
6. Cuarto período. Coronación del amor. Casarse.
7. Apéndice. Poemas de ayuda para el cortejo: Para enamorar; Felicitaciones; Días de amante favorecido;  En las estaciones del año; Del amante que aspira; Del amante con obstáculos; Tarjetas para regalos.
No hace falta a estas alturas señalar que el "Talismán del Amor" se escribió en 1850, y que si nos hacemos conscientes de la época, la costumbre, la cultura... y lo trasladamos a la actualidad, a pesar de ser casi tres siglos después, podemos afirmar que con las debidas diferencias en la manera de actuar y aplicando esa tan manida liberación sexual de nuestros tiempos, podemos acercar el pensamiento y depurar la esencia del comportamiento que describe Francisco Orellana: el Amor necesita del cortejo. En su época se daba por hecho que ese cortejo debía ser de él a ella; hoy día qué más da.
El Talismán comienza diciendo
"¿Sabéis lo que es amor? Los hombres pensadores le han llamado un abismo; los corazones sensibles reconocen sus efectos, le bendicen, le tributan adoraciones como a un Dios, y le personifican en el objeto de donde le sintieron dimanar... y del cual hacen su ídolo palpable.Los hombres desmoralizados, los viciosos, los poseídos por pasiones lucrativas, se burlan de él; pero sólo después que, cansados de besar sus dulces cadenas, se han extraviado de la senda que conduce a la dicha, creyendo encontrarla en otra parte. Muchos de éstos sufren sus prisiones en la vejez, pero prisiones terribles, porque el amor también es vengativo, y se complace en amargar la existencia de los que le trataron con desdén, cuando él les ofrecía sus deliciosos dones..."


Deliciosa descripción ¿no?. Nada dice de las mujeres, pues en el libro (recordemos la época) las trata como un objeto de deseo, un trofeo a conseguir, el premio final que confirmará el éxito del cortejo. Las considera como elementos inertes, estáticos, cuyo fin es contentar con sus gracias y dones a aquél que les dedicó mejores lisonjas y con ello, las consiguió. No lo hace Francisco con mala intención. 
Culturalmente, lo propio es que nosotras, esos elementos inertes, aguardáramos sumisas a ese maravilloso Príncipe Azul con el que nos dijeron que teníamos que soñar, porque vendría tarde o temprano a por nosotras para enseñarnos las dulces mieles del Amor y la Felicidad, cosas que por supuesto nosotras solas somos incapaces de alcanzar.
Pero la vida, que es muy sabia, nos somete a experiencias más o menos dramáticas que nos van entrenando en la realidad. Y con motivo de la celebración de este San Valentín, recuerdo reflexiones sobre ese Príncipe Azul que me asaltaron allá por el 2009, en otro blog que jugó un importante papel en mi vida:
"El Príncipe Azul no existe, pero lo descubrimos demasiado tarde. Lo descubrimos después de muchas desilusiones, de muchas esperanzas malogradas, de muchas entregas inútiles y de muchas esperas innecesarias.
¿Quién se lo inventó? ¿A quién se le ocurrió que semejante estafa serviría para dar felicidad? No se conoce en la historia de la humanidad a nadie que lo haya encontrado. En la vida real, quiero decir, que es naturalmente donde serviría de provecho.
EL PROTOCOLO DEL AMOR, SAN VALENTÍN Y EL PRÍNCIPE AZUL (ESE H.D.P.)Esa manía insistente de que está en alguna parte, de que cada mujer tiene el suyo aguardándola, esa pertinaz estupidez de que sólo él nos puede proporcionar la eterna dicha…. Eso ¿a quién se le ocurrió?. Es otro fraude, otro engaño, otra trampa que se nos ha tendido a las mujeres. Como esa de que trabajar nos realiza… a nadie le realiza tener que trabajar para vivir… o esa otra de que no somos completas si no tenemos hijos… ¿completas en qué? ¿nos traen los hijos algún trozo con el que no nacimos?... o la mejor de todas, esa de que los hombres son “así”… ¿así cómo? ¿todos estúpidos menos nuestro único y privado Príncipe Azul, que ese por supuesto es inteligente y sublime?
Y lo peor de todo, es que además, no hay que buscar un señor apuesto, de ojos seductores, sonrisa profidén, leotardos y capita anudada al cuello. No. 
Hay que buscar una rana. Una rana pero con corona, por supuesto. Las ranas sin corona son las plebeyas, el proletariado, las del pueblo, las del montón, vamos. Si no lleva corona hay que pasar de largo. Sólo nos faltaría encariñarnos, que nosotras nos encariñamos con lo peor muy fácilmente y luego nos sabe mal darle la patada. Cargamos con la rana pobre quién sabe cuánto tiempo… normalmente hasta que la rana pobre, a costa de nuestra dedicación, mejora de color y aspecto y se decide a vivir de hacer portadas de Interviú o cualquier otra cosa materialista y superficial, sin haberse impregnado para nada de nuestro sentido de la trascendencia...
Todo el mundo sabe que encontrar una rana con corona es mucho más fácil que encontrar a tu príncipe azul. Las ranas con corona están por todas partes, las espantas a patadas. Pero claro, no son “tu” rana con corona. Tú siempre encuentras a las ranas coronadas de las demás. Te gusta una, te acercas, le libas la mejilla pero….. ¡horror! No era tu rana. Era la de la cuñada de tu vecina Pili, que en ese momento estaba ocupada besando a la rana de una señora de Soria, que ese día se entretuvo más de la cuenta en la ITV de su coche porque yendo hacia el polígono se le atravesó una rana coronada gigante y viejísima que andaba buscando desde hacía 40 años a la madre de la señora de Soria.
Y es que encima tiene que ser un beso. No vale darle la mano, o saludar cordialmente mientras le preguntas si es la tuya. Hay que besarla. Manda narices. 
Y lo más importante, ¿cómo se ha de besar a la rana? ¿Tiene que ser con lengua? ¿Con babas? Esa lengua larga y viscosa, que se enrolla sobre sí misma, que ha deglutido centenares, tal vez miles de asquerosos mosquitos durante quién sabe cuánto tiempo… ¿tengo yo que consentir que se mezcle con mis jugos corporales? ¿Las ranas tienen enfermedades contagiosas? Y si además no es mi rana… ¿puedo reclamar a alguien? ¿Existe la Oficina de Reclamaciones de la Besadora Equivocada de Ranas?
¿Y por qué el príncipe se aparecería encarnado en una rana coronada? ¿así, en femenino? ¿no habría de ser rano?. Una razón sensata para pensar que los príncipes azules no existen, es que cuando acaban su proceso no queda nada de ellos.
Si analizamos ese proceso detenidamente, el resultado es escalofriante. En primer lugar, este príncipe azul era un delincuente, seguro. Recordemos que ha sido un hada cabreada quien lo ha convertido en rana. O sea, que a saber qué habría hecho para ser convertido en anfibio, y sobre todo, para cabrear tanto a un hada, que son seres pacientes, amables y dulces. Y la prueba de que el cabreo era mayúsculo, es que para joderlo lo ha convertido en rana, no en sapo. En rana, esperemos que al menos macho, rana macho. Esto no lo podemos saber aunque vaya en pelotas. Lo cual nos lleva a concluir que aquello que fuera lo que hiciera, parece razonable pensar que atentaba contra una mujer, y por eso el hada pensó "ahora te vas a enterar en tus propias carnes". 
Aunque ahora que lo pienso, hay que ser un hada con mala uva para, sabiendo que habría de ser besado por una congénere, no tener piedad y convertirlo por ejemplo, no sé, en un conejito o un lindo gatito.
Queremos pensar que una vez besada, esta rana coronada sufrirá su metamorfosis de forma escrupulosamente perfecta, y que le saldrá todo lo que tiene que tener un príncipe azul. 
Me pregunto seriamente si merece la pena correr tantos riesgos. Los príncipes azules no corren ninguno. Ellos están ahí, camuflados en un ser gordo en pelotas, cabezón y con ojos saltones, calvo, flatulento y pegajoso, feo como un demonio, esperando ser encontrados por alguna mujer tan imbécil que esté dispuesta a darle un beso a semejante engendro. A ellos eso sí les sirve, porque cualquier mujer capaz de hacer ese sacrificio (o sea, el 99%) seguro que les merece la pena. Como poco es una tía de una pieza. 
Así que tenemos un príncipe azul exhibicionista, delincuente y travestido, que ya fastidió a otra mujer (al hada, recuérdese) antes que a nosotras.
Y con este gran hándicap, nosotras seguimos buscándolos y besándolos, envueltas en una gran espiral sin fin. Y lo peor, es que con los años estás más segura de que no existen. Y cuando te llega una amiga incauta, diciéndote que ha encontrado su príncipe azul, piensas "que te crees tú eso".
Y encima, sin tener clara la diferencia entre una rana y un sapo, de modo que para más inri, a saber cuántos sapos habremos besado antes de encontrar a la puñetera rana, y tener la suerte de que además, sea la nuestra."

Así que, a modo de conclusión, puede que no estemos de acuerdo en los estereotipos, comportamientos más o menos sexistas o en los protocolos del cortejo, pero lo que es incuestionable es que en estas cosas del amor, hay un procedimiento muy experimentado cuyos resultados vienen a demostrar que no es muy descabellado, y que inquieta desde muy temprana edad.
Las flores, los bombones, las velitas... da igual en qué sentido vayan o vengan, y tampoco importa el tal San Valentín y ni tan siquiera si se trata de nuestro Príncipe Azul o no. Lo importante es nuestro protocolo particular, nuestro Talismán único, porque ya se sabe que en la guerra y en el amor, todo vale, y cada uno tiene, o debe tener, sus propios protocolos de cortejo.
Feliz Día de los Enamorados.

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