Zapatero ha convencido a Carmen Chacón para que retire su candidatura para las primarias obligado por la artillería del aparato del partido, que amenazaba con convocar un congreso extraordinario que supondría su salida como secretario general y, por tanto, del gobierno.
Ha evitado así el adelanto electoral que le impediría continuar con su obsesión reformadora y con ese súbito afán de convertirse en mártir mediante la inmolación en público y televisada por satélite.
El beneficiado es Rubalcaba por dos motivos; se quita de en medio a una incómoda oponente, sobre todo por esa extraña tendencia existente en el partido según la cual gana siempre las primarias quien se enfrenta al aparato, y porque se ahorra un congreso extraordinario en el que también podría haber saltado alguna que otra sorpresa.
Sin embargo, va a verse obligado a pasar por el ridículo paripé de concurrir a unas primarias con un sólo candidato. Algo a lo que habrá que ver la respuesta que da la militancia del partido y, sobre todo, cómo lo digiere el electorado.
La amenaza con la celebración del congreso a Zapatero ha quedado al descubierto como una burda maniobra del núcleo duro para desbancar a una rival con bastantes posibilidades.
Pero el tema de fondo de todo esto es el debate de las ideas, ese rearme ideológico del partido que demandan las bases y el electorado y la refundación del mismo desde el prisma de unos planteamientos de izquierda que la socialdemocracia decidió abandonar hace ya bastantes años.
La solución puede pasar por la celebración de una conferencia política a nivel nacional en el próximo verano. Pero se puede dar la paradoja de que los postulados que aborden ese giro que la sociedad demanda al partido del puño y la rosa, si es que se producen, tengan que ser enarbolados por alguien como Rubalcaba, el miembro con más poder del gabinete que implantó los recortes que propiciaron el alejamiento definitivo de sus electores. Una ecuación que se me antoja bastante difícil de cuadrar por la escasez de credibilidad que tendría el proyecto.
Además la fórmula elegida sumaría otro inconveniente más: al igual que un congreso, la conferencia política no permite que se pronuncien directamente las bases en un momento en el que cientos de miles de ciudadanos ocupan las calles pidiendo una mayor participación en la escena política.
Una jugada rocambolesca en la que se juega una parte importante del futuro del PSOE, que corre un serio peligro de atomizarse y perder buena parte del protagonismo político que hasta ahora ha jugado en la historia reciente de este país, si continúa haciendo oídos sordos.
Puede ser que Zapatero logre al fin la catalogación de Estadista, pero igual el precio a pagar por ello sea el desmoronamiento definitivo de una marca que hasta hace unos días era toda una garantía de posibilidades reales de victoria. Es lo que tienen los líderes espirituales, que casi siempre te conducen a un lugar plagado de sombras.