El PSOE no ha cambiado desde que fue fundado. Su historia siempre ha estado plagada de tiranía y odio a la democracia y a España. Sus fechorías, bien disimuladas y tergiversadas por su eficaz aparato de propaganda, han marcado la vida del partido e incluyen capítulos tan terribles como las amenazas de muerte del fundador Pablo Iglesias, la declaración de que la democracia solo sería respetada si sirve a los intereses del partido, el asesinato de Calvo Sotelo, la quema de conventos e iglesias, la violación de monjas, el fusilamiento de curas y frailes, el saqueo del oro del Banco de España y de los valores del pueblo depositados en las cajas de ahorros y montes de piedad, el oro enviado a Moscú, y los valores de las cajas a México para financiar el exilio de los prebostes de la República allí exiliados, el desmantelamiento de la potente y competitiva industria española construida durante el Franquismo, la ocupación que hicieron Felipe y Alfonso de la sociedad civil y de las instituciones, las sucesivas ruinas económicas durante los mandatos de Felipe, Zapatero y ahora Sánchez y, por encima de todo eso, el trabajo concienzudo por destruir los valores, los principios, la moral y la fortaleza de España, propiciando el nacionalismo, el separatismo y todo tipo de golferías. Durante la Guerra Civil, los socialistas, más bolcheviques y radicales que los mismos comunistas, odiaban la España tradicional y gritaban "Viva Rusia". Después, durante el mandato de Felipe Gonzáles, aquellos odios y filias insanas fueron disimulados y ocultados, pero no suprimidos. Afloraron en tiempos de Zapatero y, sobre todo, ahora, bajo el gobierno de Pedro Sánchez, patrocinador de todo tipo de corrupciones, mentiras, nacionalismos, odios, endeudamientos suicidas, divisiones, compra de voluntades y medios de comunicación y dosis sorprendente de abuso de poder, cambio de leyes para beneficiar a los amigos y asalto a la Justicia. Sus etapas de aparente aceptación de la democracia como sistema fueron simulaciones de conveniencia, obligadas por las circunstancias. ---
Es terrible y esperpéntico ver como España, una nación que asombró al mundo por su fuerza y osadía, está hoy postrada, acobardada, en decadencia y gobernada por una banda de trileros que la conduce hacia el abismo.
Bajo el sanchismo, España se cuece lentamente en un caldo oscuro, creado por el gobierno, con ingredientes como la corrupción, el separatismo enardecido, el pacto con la escoria de la nación, el retroceso, la invasión de inmigrantes ilegales, la arbitrariedad en el reparto de los recursos, el incremento notable de la inseguridad y el delito, la ruina económica y el asesinato de la democracia y el Estado de Derecho.
Los rasgos del PSOE siempre han sido los mismos: negativa a dimitir, sentirse con derecho a gobernar siempre, hipertrofia de la propaganda y la mentira, dominio de todos los recursos, resortes e instituciones, un Estado obeso e insostenible, puertas abiertas a la corrupción, odio a las clases medias y un profundo déficit de amor a España.
Un partido que se siente con derecho a gobernar siempre y que no reconoce ese mismo derecho a sus adversarios de derecha es incompatible con la democracia, un sistema donde la alternancia en el poder y el sometimiento a la voluntad de las urnas son leyes irrenunciables.
El Caso Koldo, el de los Eres, el de los cursos de formación, el del Tito Berni y los muchos que estallaron en los tiempos de Felipe González y Zapatero tienen el mismo patrón e idéntico estilo, marcados por la falta de escrúpulos y la creencia malévola de que el partido tiene derecho a todo.
Son muchos los que creen que el PSOE no tiene remedio ni puede regenerarse, salvo que sea reseteado y refundado, porque lo que es lo lleva en sus genes.
Francisco Rubiales
Revista Opinión
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