La política es el arte de cambiar de opinión sin perder votos. El buen político, en un sentido maquiavélico del término, es aquel capaz de mantener un discurso que, aunque incoherente y cambiante, consiga atraer a las masas. En este sentido, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es un alumno aventajado, al menos en la primera parte. Ciertamente mantiene un discurso cambiante, aunque no está muy claro si está consiguiendo mantener el voto de las masas.
INTERESANTE: Gráfico: evolución del PSOE en el porcentaje de votos (Banco de Datos)
Los políticos deben ser capaces de explicar las constantes contradicciones que se desprenden de sus discursos y acciones. Ya lo advertía Churchill, dando un interesante consejo que se debía seguir para ser un buen político. Y, aunque el Partido Socialista está intentado justificar y explicar sus evidentes contradicciones, no parece que esté consiguiendo convencer a los votantes.
A continuación repasaremos algunos ejemplos que constatan la inestabilidad del discurso político del PSOE, un partido que está pagando esa incoherencia en las ideas con una importante pérdida de votos.
¿Dónde está el PSOE de Pedro Sánchez?
En Julio de 2014 el Partido Socialista votó por su nuevo Secretario General. Pedro Sánchez se convirtió en el sucesor de un Alfredo Pérez Rubalcaba demasiado marcado por la mancha de la gestión de la crisis económica que estalló en 2008. Sin embargo, aunque la gestión de la crisis no era una carga en la mochila de Pedro Sánchez, el joven líder del PSOE no ha tenido un camino fácil para conseguir ganar credibilidad y afecto entre los votantes (y quizás incluso entre los propios militantes socialistas).
Esta dificultad a la hora de simpatizar con la gente puede entenderse observando la larga lista de ejemplos en los que Pedro Sánchez ha cambiado su discurso político. Un cambio en el discurso no es un hecho baladí, ya que se simboliza una clara debilidad en la definición política e ideológica. Un partido (o un líder) que no tiene claras sus ideas políticas no puede transmitir sensaciones de fortaleza y liderazgo, y mucho menos asegurar un gobierno estable y fuerte a la hora de tomar decisiones.
Sin incluir en nuestro breve análisis factores internos que también hacen mella en la credibilidad y fortaleza del PSOE, y limitándonos a describir estos ejemplos que hemos recopilado, queda bastante claro que Pedro Sánchez no es un líder con mucha autoridad. Un discurso tan voluble, tan cambiante, no traslada a la opinión pública una sensación de confianza.
¿Es comprensible rechazar el envío de tropas a Irak y un mes después apoyar el envío de tropas a Irak? ¿Se puede estar en contra del maltrato animal en espectáculos y a la vez mantener los toros? ¿cómo explicar a la ciudadanía que se prometieron primarias en el PSOE y luego se olvida esa promesa? ¿en qué situación moral y de decencia política queda un partido que establece sus líneas rojas y luego las traspasa? ¿cómo se puede aprobar una reforma de la Constitución tan importante y al cabo del tiempo decir que se quiere volver a cambiar? ¿qué imagen se desprende de un partido que dice que no habrá pactos con el Partido Popular mientras el líder de ese partido dice que quiere más pactos?
Todos estos ejemplos no afectarían a un partido que supiera utilizar bien el lenguaje y el discurso político, pero parece que los líderes del PSOE no son tan hábiles, o quizás es que sus contradicciones son demasiado evidentes.