Revista Opinión

El PSOE y "la estrategia de Sansón"

Publicado el 05 abril 2011 por Franky
Los socialistas españoles se sienten tan rechazados por el electorado y derrotados que, desde la desesperación y la importencia, han decidido imitar al héroe bíblico Sansón y morir arrastrando en la caída a su peor enemigo, el Partido Popular.

Sansón fue un líder del pueblo israelita que, tras haber sido cegado y encadenado por sus enemigos, los filisteos, decidió derribar las columnas de un templo repleto de gente y morir el mismo con todos sus adversarios. Desde entonces, el grito de "Muera yo con todos los filisteos" es el símbolo de todo suicidio que perjudica tanto al suicida como a sus enemigos.

La "estrategia de Sansón" se apoya en medias verdades para construir grandes mentiras. Uno de los argumentos favoritos de "Sansón" es culpar al PP de la crisis actual porque dicen que Aznar basó la economía española en la nurbuja inmobiliaria. Es cierto que algunos defienden esa tesis de manera honrada, porque existe algo de verdad en ella, pero los estrategas militantes lo hacen con el fin de igualar y de esparcir porquería y culpa con el ventilador, ocultando dos aspectos tan cruciales como los siguientes: el primero es que, gracias a esa burbuja, España vivió el que probablemente fue el periodo más próspero y rico de su historia moderna, y el segundo es que Zapatero, al llegar al poder en 2004, se sintió tan a gusto en esa burbuja que experimentó una especie de euforia cateta de nuevo rico, que le llevó a decir estupideces tan memorables como aquellas de que la economía española militaba en la Campion League, que el sistema financiero español era el mas solido del mundo o que España ya había superado a Italia y que sobrepasaría a Francia y a Alemania en los próximos años.

El PSOE, en claro declive electoral y con un gobierno presidido por un Zapatero cadáver, se ha entregado en cuerpo y alma a la triste estrategia de Sansón, enviando a sus emisarios y militantes para que difundan la tesis de que todos los partidos son iguales de mentirosos y corruptos. Es la táctica que emplea el vicepresidente Manuel Chaves cuando, cada vez que se siente atacado por el irrespirable clima de corrupción que él ha creado en el socialismo andaluz, habla del caso Gürtell para equiparar al PSOE con el PP.

Los "milicianos de la equidistancia" defienden a ultranza la tesis de que PSOE y PP son iguales, sobre todo en dos aspectos cruciales: su afición por la partitocracia y sus prácticas corruptas.

Sin embargo, aunque lo que dicen es cierto en sentido cualitativo, no lo es en sentido cuantitativo porque el PSOE ha llegado muchos más lejos en aspectos tan decisivos como la corrupción, la mentira, el clientelismo, el enchufismo y la acumulación de privilegios. El caso Gürtell es un vergonzoso episodio de corrupción que beneficia a tramas empresariales cercanas al partido, que pagan los favores con comisiones y regalos. Pero la verdad descarnada es que tan solo en Andalucía existen centenares de tramas similares al caso Gürtell, integradas por empresas próximas al socialismo que son beneficiadas con subvenciones, concursos públicos y otros favores del poder, que a su vez recibe compensaciones de esas empresas.

Pero ni el caso Gürtell ni ninguno de los cientos de casos similares esparcidos por toda la España política corrupta son comparables a la brutalidad y nauseabunda corrupción que encierran casos como el de los EREs falsos de Andalucía, que ha empleado el dinero público dedicado a combatir el paro para otorgar pensiones e indemnizaciones a militantes y altos cargos socialistas y sindicalistas, sin que sus beneficiarios hubieran trabajado nunca en las empresas de las que cobraban, ni tampoco al terrible caso de las mentiras del gobierno en sus negociaciones con ETA, salidas a la luz gracias a la publicación del repugnante contenido de las actas de las reuniones entre socialistas y etarras, celebradas a espaldas de la opinión pública española, mientras que el gobierno mentía a sus ciudadanos negando esa negociación.

Pero quizás el caso más perverso de corrupción perpetrado por el PSOE haya sido la decisión de Zapatero de renunciar a ser el candidato de 2012, pero permaneciendo en la Moncloa como un presidente minusválido, ignorando el grito de los españoles que le piden que se marche y convoque elecciones. La decisión de Zapatero impide al pueblo pronunciarse en las urnas, como debe hacerse en momentos de especial crisis, y condena al país a continuar renqueante y agonizante durante todo un año más.

Los emisarios de la equidistancia, milicianos de la estrategia de Sansón, esparcen por toda España teorías como que "todos los políticos son iguales", que "todos los partidos son igualmente corruptos" y que existe un partido que se llama "PPSOE", tesis con un fondo de verdad porque, ciertamente, tanto el partido que gobierna como el que está en la oposición son sucios, adictos a la partitocracia, ajenos a los ciudadanos y tan alejados de la democracia que no merecerían gobernar, pero con una poderosa diferencia que los separa: el PSOE es el máximo responsable de la terrible situación que atraviesa España, de su inmensa corrupción, de las peores traiciones a la democracia, del desempleo masivo, de la mala gestión de la crisis y de haber metido las manos, con mayor descaro, intensidad y frecuencia, en las arcas públicas.

Al elegir morir arrastrando consigo al PP, el PSOE está creando en España una profunda crisis que afecta no ya sólo a los partidos políticos, sino a las grandes instituciones del Estado, a las que está contaminando con su táctica suicida y desposeyendo de prestigio y legitimidad. Los ciudadanos que caigan en la trampa de creer que todos son iguales, sin descubrir que unos son más iguales que otros, se distancian peligrosamente no sólo del Estado sino también de la democracia, a la que condenan sin ni siquiera haberla conocido jamás, porque en España la democracia es, todavía, un capítulo inédito en nuestra historia.

El protagonismo, ante la irresponsabilidad y fracaso de los partidos, que nos han dejado una herencia de cinco millones de parados y un país que avanza hacia la disgregación, la desconfianza y el fracaso, cae, ineludiblemente, en los ciudadanos, llamados a recomponer todo lo que los partidos han destruido.

El problema es cómo sustituir a los inmensos aparatos de poder organizados que representan los partidos, cubriendo sus vacíos y carencias desde una ciudadanía desorganizada, individualista, muy dividida, infectada por la corrupción, sin confianza y profundamente envilecida por la labor miserable que han realizado los partidos políticos durante las últimas décadas.


Nota: agradezco a Rubén, lector y participante en los debates de Voto en Blanco, el haberme inspirado este artículo y, con su permiso, he utilizado la frase "milicianos de la equidistancia" para designar a aquellos que practican la estrategia de Sansón.

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