Está octubre
entre mañana y Dios delante,
con sus hojas secas,
y tus sonrisas discretas,
llega al pueblo.
Se embellece con la luna grande,
y. como buen tórrido amante,
se embriaga en amoríos,
saliendo los poetas de los ríos,
contra el anieblo.
Venid a ver
las calles viejas de Camargo
desde el faro que está entrando la ciudad.
Toma conmigo un café hirviente y amargo.
Mientras te miro a los ojos,
mientras persigo tu edad.
Quiero caminar contigo
y pisar las hojas secas
que adornan las losas de barro de la plaza.
Tal cual se adorna el rostro con tus pecas,
que donde sonrías tú, será mi casa.
Entre plaza y losa,
el sonido del reloj público estalla,
indicando la hora exacta
de nuestra despedida.
Cuando tú sonríes,
todo alrededor se calla.
Como guerrero en batalla,
como la muerte y la vida.
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