"Cuando vino la guerra, se me cayó el mundo encima. Acababa de apañármelas con la casa: coloqué el suelo, la teché, poco a poco me hice con algo de pasta. "Bueno -me decía_, por fin me asentaré, viviré igual que los demás". ¡Y aquí viene eso! Primero quise entregarme a la bebida pero me aguanté: no es un mal que se remedia con el vodka."
Alguna vez he comentado ya que las dos Grandes Guerras son un tema que atrae mi atención. Lo que no se si he dicho es el motivo. Cuando un suceso se ficciona tanto, llega un momento que tengo la sensación de haber perdido pie con la realidad. Pareciera que entre letras y olor a celuloide se nos olvidara que son tragedias vividas por personas iguales que nosotros. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual este libro. Se trata de El pueblo en la guerra.
Esta vez conocemos testimonios reales de una de las grandes tragedias de la historia contemporánea, la Primera guerra Mundial. Testimonios cuyos nombres individuales no importan y que fueron recogidos por una enfermera, Sofía Fedórchenko. Con ellos nos da una visión de historias individuales que tejen un conjunto alejado del que nos encontramos en los libros de historia o en las ficciones noveladas sobre esta Guerra. Lo que tenemos entre manos son vidas de personas que nacieron en el momento equivocado y en el lugar equivocado y se vieron participando en este conflicto bélico.
Sería relativamente fácil dar carpetazo a esta reseña hablando de la magnífica introducción que nos regala Canetti, usando las palabras de Thomas Mann o de Gorki y limitarme a recomendar su lectura, aunque lo que me ha gustado realmente han sido los testimonios por encima de toda la parte introductoria que se me hizo más lenta e impersonal. Pero merece avanzar un poco más, descubrir que estamos ante una guerra que cruzó Europa y utilizó armas de destrucción masiva en una masacre de de muerte que transformaría un continente entero. Y la mejor manera de verlo es con los testimonios de combatientes rusos que se vieron forzados a salir de sus casas, mayormente de ambientes rurales y alejados de un nivel cultural medio, para participar en una ruleta cuyo fin bien podía ser la muerte y cuyo legado sería una vida marcada para siempre por lo que vieron en ella. No hay ficción en las palabras que transcribe la enfermera, en los testimonios de hambre, miedo y soledad, ni tampoco en los de incomprensión, incluso desconocimiento de aquello en lo que se veían implicados. Y eso es lo realmente trágico, la capacidad que tiene de crear un sentimiento global que envuelve al lector y le hace consciente de que hay cosas que no podemos olvidar.
Siempre he pensado que hay que tener cuidado con eso del "borrón y cuenta nueva" no sea que borrar aquello que no nos guste de nuestra historia haga que olvidemos las causas que nos condujeron a ello. Por eso busco este tipo de libros de vez en cuando, para no olvidar las cosas que puede llegar a hacer el género humano. Por eso he visitado un campo de concentración hasta salir con el alma encogido y los ojos vidriosos, porque los testimonios son los que hacen tangibles las cosas que no hemos vivido, los que nos emocionan y nos ponen los pies en el suelo. Y con todo, tengo que decir que no es un libro triste, es duro, pero porque sabemos que lo que allí se nos relata ha sucedido de verdad porque viene contado por las voces de sus protagonistas.
Y vosotros qué me decís, ¿os adentráis alguna vez en estos temas?
Gracias