Revista Expatriados
El puente sigue allí, con sus árboles a los lados, con su rio que le cruza. El puente sigue allí. Pero las niñas del puente ya no están. Esas que regulaban el escaso tráfico, esas que reían casi siempre y a veces lloraban. Esas, ya no están.
El viejo puesto militar ya no está vacío. Las risas se han cambiado por miradas desafiantes y armas de guerra. ¿De verdad se necesitan soldados con rifles de asalto para hacer lo que antes hacían dos niñas pequeñas?
Sé que el mundo es así. Lo que no me creo es que no pueda ser de otra manera.
Mario Jiménez