La ladrona de libros es una de esas novelas inolvidables, de las que siempre permanecen en tu memoria y eso que tengo que admitir que me costó bastante entrar en ella, pero el esfuerzo inicial mereció la pena y a día de hoy es, como os decía, una de esas lecturas que siempre estarán conmigo. Han transcurrido desde entonces unos cuantos años, pero en cuanto supe que Markus Zusak publicaba de nuevo no me lo pensé dos veces y me lancé a por él. Hoy os hablo de El puente de Clay.
Sinopsis
Los cinco hermanos Dunbar hace años que viven solos junto con sus mascotas. Desde que su madre murió y su padre los abandonó la vida no ha sido fácil para ellos, pero han aprendido, cada cual a su manera, a sobrevivir. Hasta que un día ese padre vuelve y la vida de todos ellos, especialmente la de Clay, sufrirá un nuevo vuelco y la construcción de un puente se alzará como hilo conductor y como símbolo de unión para una historia que poco a poco, paso a paso, va sobrecogiendo al lector.
A pesar de que el foco narrativo se sitúa sobre el penúltimo hermano, Clay, de los cinco es Matthew, el mayor, quien se alza como narrador con una voz que varía y se adapta a cada momento a lo largo de una novela en la que el arte y la cultura clásica son claves, aunque es sin duda la familia, sus lazos, sus problemas, el tema principal de una novela que explora de forma incisiva, pero sin estridencias el amor, el abandono, el dolor, la muerte… Pero el autor no nos lo pone nada fácil y tanto la estructura, con continuos saltos temporales, como el estilo plagado de simbología, suponen un reto que sin duda se verá recompensado con una lectura tan compleja como bella, tan luminosa como dolorosa y es que estamos ante una saga familiar muy distinta a las habituales en el género.
Markus Zusak me ha vuelto a enamorar con esa prosa suya tan poética y con una profusión de metáforas, ya sabéis que me vuelve loca una buena metáfora, que dibujan imágenes llenas de fuerza. El puente de Clay es una novela llena de simbología, incluso el dibujo de los personajes lo es, manejando con soltura el autor los recursos y figuras literarias, lo que unido a su carácter profundamente descriptivo hace de la novela una lectura para saborear poco a poco, con un ritmo pausado y con una profundidad que va más allá de cualquier trama o subtrama.
Una novela en la que las emociones priman por encima de cualquier otro aspecto, planteando al lector mil y una reflexiones sobre la naturaleza humana, sobre las relaciones personales en general, familiares en particular, fraternales especialmente. Hay capítulos realmente conmovedores como los dedicados a la muerte que son de una belleza tal que la prosa de Markus Zusak se convierte en auténtica lírica llegando a conmoverme de forma extraordinaria, con esa simbiosis que en tan pocas ocasiones se da entre lector y lectura.
Creo que está claro lo mucho que he disfrutado de la lectura de El puente de Clay a pesar de su dificultad y complejidad iniciales. Es una novela que me atrevería a decir que es, en sí misma, una gran metáfora de reconstrucción y unión de lazos rotos, tan rotos como lo están todos sus personajes. No me atrevo a recomendarla a cualquier tipo de lector, pero sí será perfecta para todo aquel que disfrute de las narraciones intimistas y para quien el ritmo pausado no suponga un problema.