¿De qué va?
James Donovan (Tom Hanks) es un abogado de Brooklyn que se ve súbitamente inmerso en plena Guerra Fría cuando la CIA le encomienda defender al espía soviético Rudolf Abel (Mark Rylance), para posteriormente enviarle a Berlin a negociar un intercambio de presos y conseguir así la liberación de un piloto de un avión estadounidense capturado y un joven estudiante.
La crítica
Estamos de acuerdo en que ser un director clásico no tiene por qué ser malo. No hay otro director actual al que se le de mejor dirigir un film de estas características que a Spielberg. Pero es evidente que pocos directores como él pueden permitirse el lujo de dirigir films así. La grandeza de 'El Puente de los Espías' está en la personalidad que imprime su director al relato. En manos de otro realizador la película no pasaría de ser correcta, un buen film, pero seguramente insulso y aséptico.
En cambio, y por fortuna para nosotros como espectadores, el que maneja las riendas de todo el tinglado es Steven Spielberg que, además de su maestría como director posee suficiente poder (y dinero) dentro de la industria para levantar un proyecto de tal magnitud y poder rodarlo con todo lujo de medios.
Estamos ante una película sobria y contenida que explica una historia apasionante y lo hace de una manera sosegada, con una elegancia espectacular. Spielberg nos mete dentro de la historia casi sin que nos demos cuenta. Todo da comienzo con una escena magistral que además de servir de presentación del personaje de Rudolf Abel (extraordinario Mark Rylance) deja muy claro al espectador por dónde van a ir los tiros durante todo el film. El ambiente genera una tensión máxima pero está rodada de tal manera que uno enseguida se da cuenta que 'El Puente de los Espías' no será una obra trepidante (léase película de Michael Bay) pero eso no será un impedimento para que el relato nos apasione.
Contrariamente a lo que uno podría haber esperado de Spielberg en un film como éste, otro de los aciertos de la película es que no se posiciona a favor de ningún bando. En ese sentido prefiere centrarse en mostrar los errores en ambos bandos señalando tanto a americanos como a soviéticos. Eso deja en bandeja que el héroe de la función sea el personaje de Tom Hanks, un americano de pura cepa, con unos principios firmes y para el que los valores familiares y democráticos que le ofrece su amado país son lo mejor que hay.
En ese sentido podemos discutirle a Spielberg esa tendencia a incluir siempre escenas algo moralizantes que pueden llegar a almibarar demasiado el discurso final. Un ejemplo de ello son esos planos de Hanks mirando a través de las ventanas del tren en Berlin, viendo como ametrallan vilmente a los que intentan saltar el muro y en contraprestación, el mismo plano viendo también por la ventanilla del tren de su ciudad cómo unos niños saltan unos muros para simplemente jugar unos con otros...Ese personaje, que en otra época sin duda hubiese sido interpretado por James Stewart (posiblemente dirigido por Frank Capra, un director al que Spielberg le debe mucho) está interpretado a la perfección por un Tom Hanks que se muestra más cómodo que nunca al lado de Spielberg (esta es su cuarta colaboración juntos). Su actuación es admirable y posiblemente le reporte una nueva nominación al Oscar, al igual que a su compañero de reparto Mark Rylance, auténtico triunfador de la película, cuya interpretación del enigmático espía Rudolf Abel, un hombre de una tranquilidad pasmosa del que nunca sabemos a ciencia cierta lo que está pensando, es de una sencillez pasmosa (sólo por la cara de Rylance cada vez que Rudolf pregunta si mejoraría algo su situación si expresase su preocupación merecería ya la nominación).
A Spielberg le gusta rodearse siempre de los mejores. Puede permitirselo. En esta ocasión el guión viene firmado por los hermanos Coen a los que podemos reconocer en los momentos más humorísticos del relato, escenas que sirven para aligerar de vez en cuando la carga dramática del film, algo muy bien acentuado por la gran fotografía de un habitual en la filmografía de Spielberg, Janusz Kaminski, que disfuta iluminando todo el film a base de contrastes y tonalidades frías algo que ayuda a acentuar el gélido clima de toda la acción que sucede en terreno alemán.
Otro de los habituales de Spielberg, el compositor John Williams ha sido sustituido esta vez por Thoman Newman. Se hace hasta raro ver una película de Spielberg sin música de Williams (el Maestro no pudo encargarse de la composición debido a unos problemas de salud que le obligaron a pasar por quirófano) pero, y aunque personalmente me cueste reconocerlo, el trabajo de Newman está a la altura, con una partitura muy sobria y muy acorde con el tono general de la película.
Con 'El Puente de los Espías' (e incluso ya con anteriormente con 'Lincoln') Spielberg parece haberse desprendido de una carga que le obligaba en cierta manera a ser ese gran director de cine-espectáculo que tan buenos ratos nos ha hecho pasar. Su cine ha evolucionado y parece haber entrado en una fase muchísimo más madura.
Es curioso que ese cine más festivo en su momento le valió a Steven Spielberg la etiqueta de cineasta moderno de paso ahora a algo mucho más cercano al Hollywood clásico. Y estamos convencidos de que seguirá rodando esas películas mucho más festivas, alegres y espectaculares pero aplaudiremos que vaya alternando esos proyectos con productos tan serios y brillantes como 'El Puente de los Espías'.
Información de más
- Cuando Tom Hanks enuncia sus argumentos a la Corte Suprema sobre Rudolf utiliza exactamente las mismas palabras que el verdadero James Donovan pronunció en su momento.
- Uno de los aspectos más comentados del film ha sido el perfecto acento inglés del personaje de Rudolf Abel. En realidad, Abel nació en Newcastle, hijo de padres rusos, y aunque en su adolescencia volvió a Moscú nunca perdió su acento inglés.
Nota final: 9
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