La película que vi en tan gratificante y abundante compañía ha sido "El puente de los espías", dirigida por Steven Spielberg, sobre un guión de Matt Charman y los hermanos Coen, y unos espléndidas intérpretes en los dos papeles principales: Tom Hanks en el de exitoso abogado de seguros de Brooklyn, y Mark Rylance en el de enigmático espía soviético capturado por el FBI en el Nueva York de 1957.Que Spielberg es el genio de la lámpara en Cine es algo por todos sabido. No hay historia en la que no ponga sus ojos y aplique sus manos que no sea un éxito. “El puente de los espías” sigue la senda marcada por las anteriores ("Lincoln" (2011), "La lista de Schindler" (1993), "Salvar al soldado Ryan" (1998), "Tiburón" (1975), "La Terminal" (2004), "Parque Jurásico" (1993) , "Atrápame si puedes" (2002) y tantas y tantas otras pertenecientes a los géneros cinematográficos más diversos porque si algo es propio de Spielberg es no ser autor de un único tipo de filmes, sino que como los grandes genios del mundo del arte –¡él lo es con seguridad!- no se adocena o se conforma con lo que domina sino que constantemente está investigando nuevas formas de hacer y por ello se embarca en proyectos muy diferentes entre sí. En este caso estamos ante una historia basada en hechos reales, pero no ante un documental. No, aquí, aparte del hecho histórico al que se alude: el intercambio por vez primera durante la Guerra Fría de espías en el puente de Glienicke que se haría famoso junto al 'Charlie Point', ambos en Berlín, por ser los pasos utilizados habitualmente en este tipo de intercambios, lo interesante es la manera como su director e intérpretes principales afrontan la historia. Spielberg hace gala de un manejo espectacular de la càmara con unos planos cortos magistrales como los que inician el film cuando vemos al personaje Rudolf Abel (Mark Rylance) pintando con detalle su propio autorretrato. El plano es excelente pues vemos al hombre real de espaldas y frente a él a su izquierda su reflejo en un espejo del que toma la imagen que plasma en el lienzo que tiene a su derecha. O sea estamos ante una realidad oculta (el hombre de espaldas) que muestra una imagen ficticia (la que se ve en el espejo) y una interpretación de esta ficción (la imagen que fija en el cuadro). Este primer plano ya es toda una declaración de intenciones de su director: Señores, esto es una historia de fingimientos, de realidades que no son tales, una historia de espías. Esta duplicidad también la utiliza en otros momentos como cuando quiere significar el inmenso poder que en nuestras sociedades democráticas tiene la prensa y para ello nos presenta la sencilla imagen del hombre real, el abogado James Donovan (Tom Hanks), viajando por Brooklyn en tranvía y al resto de pasajeros observándole al tiempo que contemplan su imagen aparecida en el periódico del día que leen en el vagón. O cuando en el Berlín oriental el personaje de Tom Hanks mira por la ventanilla del vagón el intento de salto del muro de un grupo de jóvenes que cae acribillado por las ráfagas de metralleta de los soldados comunistas: la realidad, en este caso está fuera del tranvía; en el interior viaja un hombre que finge ser otro que no es. También es muestra de esta dualidad en la que se mueve todo el film, el momento en que el abogado Donovan, resuelto el encargo, desenvuelve en el avión en que regresa a USA el lienzo que Rudolf Abel le ha hecho llegar y que no es otra cosa que un retrato del abogado metido a negociador queunas secuencias más tarde le vemos llegar a su casa con el regalo de mermelada inglesa que su esposa le pidió que trajera de la ciudad de Londres donde supuestamente había estado en viaje de negocios. Mientras ella comprueba que la mermelada es del súper de la esquina de su mismo barrio por televisión se da noticia de la hazaña realizada por el amantísimo padre y esposo que, desfallecido, duerme como un tronco en el dormitorio, ajeno a la sorpresa que su dualidad ha despertado en su familia.Unos actores excelentes especialmente Tom Hanks en su doble papel de abogado de los imposibles cuando se hace cargo de la defensa del espía soviético que me ha recordado al Gregory Peck de "Matar a un ruiseñor" por la incomprensión que su defensa de la justicia y de los derechos humanos surge a su alrededor, incluyendo a su propia familia, y en el de negociador astuto, calculador e implacable que se juega el tipo ante los soviéticos. También Mark Rylance compone un espía soviético magnífico que ae hace querer por el espectado pues hay en él un interesante sentido del humor y una gran humanidad.La fotografía merece destacarse por su nitidez y perfección aunque quizás caiga en lo trillado y alimente el tópico de tonos azulados y grisáceos para las localizaciones comunistas, dejando los alegres y coloristas para las escenas que transcurren en Estados Unidos.La puesta en escena con una cuidada caracterización vintage años 50-60 es perfecta. Es interesante echar un vistazo al mobiliario de formica y acero tubular que invade todas las casas.Del guión subrayaría algunos sutiles momentos de toque humorístico propios de las películas de los hermanos Coen. En especial destacaré el estoicismo que muestra el espía Abel quien ante la constante pregunta de su abogado admirado por su imperturbabilidad responde con un "¿Serviría para algo?" que esconde una profunda verdad, cierto es, pero muy difícil de sobrellevar. También hay un toque de humor, algo negro por cierto, cuando el joven piloto Gary Powers (Austin Stowell) pregunta a su instructor de la CIA, que les habla de la necesidad de destruir el sofisticado avión si son descubiertos, qué hacer con el piloto.La presentación de la manera de obrar frente a los capturados por unos y otros sistemas es también característica y tópica: cálida y amable en América (aunque aquí también Spielberg deja aparecer a unos cuantos energúmenos anticomunistas); fría, cruel y en espacios destartalados donde habitan unas gentes tristes y atemorizadas en la Alemania comunista. Si bien tengo que reconocer que los nuevos tiempos políticos que ahora vivimos se notan y la crítica hacia los rusos (en el film para el abogado Donovan, como sucedía en muchos de los países occidentales, no hay distintos países comunistas, para él todos son rusos) está muy suavizada en comparación con las películas que se hicieron durante la Guerra Fría.
Steven Spielberg y los hermanos Coen
Un film que contiene muchos motivos:
- Guerra fría. Es el principal.
- Poder de la prensa. Interesantísimo este aspecto y muy bien presentado en el film.
- Justicia manipulada al servicio del poder político. Aquí se marca diferencia entre uno y otro bloque, mientras en el Este los juece y abogados son serviles al poder, en USA no lo son del todo porque al final...
- Patriotismo: la escena de los niños cantando el himno al inicio de la clase y haciendo el juramento a la bandera nos resulta chocante por estos pagos, pero es habitual en muchos otros países. Desde siempre la industria del entretenimiento americana se utiliza para lanzar mensajes integradores que calan en la opinión pública y son muy bien recibidos por la sociedad en general
- Venganza social ante cualquier desviacionismo: Tom Hanks será mal mirado por los viajeros del tranvía y sus propios jefes le apartarán de los casos profesionales interesantes. El ataque del que es objeto su residencia particular cuando con argumentos jurídicos intenta salvar de la silla eléctrica al espía soviético trajo a mi cabeza mientras la contemplaba la figura de Atticus Finch (en la pantalla este papel lo realizó magistralmente Gregory Peck) defendiendo a Tom Robinson (el actor Brock Peters)en “Matar un ruiseñor” de Harper Lee. Naturalmente el motivo en una y otra historia son distintos (el color de piel y la distinta ideología política) pero es común a ambas el mensaje sobre la necesidad de la tolerancia en las sociedades que se dicen democráticas.
- Los seres humanos no somos números, somos individuos irrepetibles, por ello cualquier vida merece respeto pues en ella se sconde toda una historia (aquí radica el interés de l información rolante que al final nos ofrecen en la que vemos que todos ellos tuvieron un desarrollo vital interesante que de no haber sido por el interés del abogado Donovan no se habría producido)
Lo mejorUna película muy bien rodada, con un par de magníficos actores, un director sobresaliente y un guión que hace guiños a los espectadores para que sonrían de vez en cuando.Lo peorQuizás una buscada y algo forzada emotividad. Pero es un detalle menor que no anula las enormes virtudes que la película encierra.