Cerca del pueblo de Remoulins, a escasa distancia de la Costa Azul francesa, se encuentra uno de los monumentos más visitados de Francia: el Puente del Gard, un acueducto romano verdaderamente impresionante declarado Patrimonio de la Humanidad.
Se trata de una estructura asombrosa desde el punto de vista de la ingeniería, con tres pisos de arcos cuyas piedras están unidas con grapas de hierro (en vez de la argamasa habitual). Hay que tener en cuenta que para transportar el agua durante tantos kilómetros, la inclinación tenía que ser casi imperceptible (de tan sólo 34 centímetros por cada kilómetro) y los obstáculos en el camino se tenían que sortear mediante puentes o túneles.
Se estima que el acueducto fue construido en el siglo I dC, en los tiempos de los primeros emperadores. Diseñado para transportar el agua desde el río Gardon (del cual proviene el nombre del puente) hasta las ciudades, el puente formaba parte de un acueducto de unos 50 Km. que llevaba el agua hasta la ciudad de Nemausus (actual Nimes). A partir del siglo IV el acueducto se fue deteriorando a causa de la falta de mantenimiento y quedó obstruido a causa de los sedimentos. Los habitantes de las poblaciones cercanas incluso se llevaron piedras para usarlas en otras construcciones.
El Puente del Gard fue redescubierto durante el siglo XVIII, principalmente por arquitectos que acudían a estudiarlo, pero también como atractivo turístico. Normalmente se podía pasear por encima del puente, junto al canal del agua, pero tras las labores de restauración que finalizaron en el año 2000 está prohibido. Se construyó también un museo para que los visitantes puedan profundizar en la historia del acueducto.